“Ya que no podía vengar a mi patria, me burlé de sus usurpadores”: el soldado que fingió ser Borbón en el ejército napoleónico

Ni por su valentía, ni por su pericia en el manejo de la espada, ni por su fina inteligencia como estratega. Si el sargento Francisco Mayoral merece ocupar un lugar destacado en las crónicas militares de la convulsa España del siglo XIX es por una habilidad bien distinta: su delirante capacidad para meter goles.

Golazos. Gloriosos tantos de vaselina en la portería del enemigo que lo han catapultado a lo más alto de la tradición picaresca patria. Y para muestra, un somero pero clarificador resumen de lo que logró en la década de 1810: abandonó Salamanca como un prisionero de las tropas de Napoleón, un donnadie del ejército español, derrotado, cansado y humillado, y una vez en Francia disfrutó de lujos y atenciones dignas de la realeza. Y no, no hablamos en sentido figurado.

Al sargento Mayoral la fama le llegó con la derrota.

En julio de 1810 se convirtió en uno de los cientos de prisioneros enviados a Francia por las tropas napoleónicas tras el cruento sitio de Ciudad Rodrigo. Poco sabemos de su historia hasta esa fecha. Se cree que nació en Ávila en 1781, que su familia se mudó poco después a Salamanca y que él se casó hacia 1800 y tuvo un retoño siete años más tarde. Lo que sí sabemos es que era sargento primero y que acabó entre los numerosos reclusos que —tras el sitio de Ciudad Rodrigo— tuvieron que trasladarse a Francia por orden del mariscal Michel Ney.

De teniente a cardenal

Second Siege Of Ciudad Rodrigo

La perspectiva de un largo cautiverio a merced de los soldados de Napoleón debió de resultarle durísima. Lo suficiente como para que el sargento pusiera en marcha su fino ingenio y se diera cuenta de una circunstancia de la que podía sacar cierto provecho: los franceses parecían tratar mejor a los clérigos, así que… ¿Por qué no echarle un poco de morro y hacerse pasar por uno de ellos? Dicho y hecho. De sargento, Francisco Mayoral pasó a fraile. O lo simuló, al menos.

No fue lo único de lo que se dio cuenta. El sargento primero no tardó en comprender que cuanto más alto era el rango del clérigo en la jerarquía eclesiástica de mayores beneficios parecía disfrutar, así que —debió de pensar por segunda vez el abulense— ¿por qué conformarse con hacerse pasar por un simple fraile? ¿Y si ya puestos a colársela a las tropas francesas lo hacía a lo grande? ¿Y si se presentaba como uno de los más altos mandatarios de la Iglesia?

Con poco que perder y mucho, muchísimo, que ganar, Mayoral fue inflando su embuste hasta presentarse ni más ni menos que como el mismísimo cardenal Luis de Borbón, hijo del infante Luis Antonio Jaime de Borbón y Farnesio y nieto del rey Felipe V. Quizás lo más sorprendente no sea que el sargento tuviese el cuajo de intentar la treta, sino que le funcionase y pudiese mantener semejante farsa durante varios años, disfrutando por supuesto de todas sus jugosas prebendas.

Difícil valorar si Mayoral era bueno, mediocre o malo como sargento. Lo que está claro es que tenía madera si no de religioso sí al menos de actor. Haciéndose pasar por el Cardenal Borbón se codeó con importantes dignatarios, ofició misas, casó a soldados de alto rango, bendijo, impartió comuniones e incluso tuteó a la realeza.

“Consiguió engañar a unos cuantos con su audaz desfachatez y enamorar a alguna que otra dama francesa”, recordaba hace años Durán López, especialista en ese período histórico y quien ha investigado al personaje. Luis María de Borbón era al fin y al cabo un miembro destacado de la familia real española, arzobispo de Toledo y Sevilla, y estaba emparentado con la emperatriz de Francia.

“Se vio empujado a caminar por la insegura cuerda floja de una farsa imposible de sostener, pero también de refrenar”, señala López. No hay cuerda sin embargo que dure mil años. Tampoco farsa. A Mayoral acabaron desenmascarándolo en 1814, probablemente para sonrojo de más de un dignatario y soldado galo. No le quedó más remedio que abandonar el lujo palaciego del que había disfrutado hasta entonces para enfrentarse a la justicia. La de este mundo. Y la divina.

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Retrato de Luis María de Borbón realizado por Goya

En 1815 las autoridades con jurisdicción militar lo acusaron de impostor y la Inquisición de blasfemo por haber suplantado a nada menos que un cardenal e impartido sacramentos. El Santo Oficio llegó a encarcelarlo, juzgarlo y condenarlo en 1818 a cuatro años de destierro en Ceuta, si bien hay quien sostiene que poco después pudo beneficiarse del Trienio Liberal, que se extendió hasta 1823.

Qué le pasó y cómo acabaron sus días, si falleció en Ceuta, logró regresar a Salamanca o se quedó en el camino, es un misterio. López explica que pasó sus últimos días arrastrándose enfermo por hospitales y cárceles y acabó falleciendo “con su identidad perdida entre las brumas de su curiosa leyenda”. En la página web Salamanca Napoleónica apuntan que en los libros de difuntos de Salamanca figura una anotación de enero de 1822 que reseña el entierro de un tal Francisco, natural del mismo obispado y del que no constan muchos más datos.

El auténtico Luis María de Borbón vivió hasta marzo de 1823.

La historia del sargento Mayoral es tan fascinante, tan rematadamente surrealista, que durante mucho tiempo se creyó que era uno de tantos relatos ficticios sobre “falsos clérigos”. Hoy sus hazañas se miran con otros ojos. Él mismo habría escrito sobre sus peripecias, un manuscrito fechado en 1816 y que se habría publicado en el siglo XIX bajo el título “Historia verdadera del sargento Francisco Mayoral” En 2009 Ediciones Espuela de Plata lo recuperó para que su biografía no se perdiera e incluyó un estudio preliminar a cargo de Durán López.

El experto reivindica que el relato es “un suceso verídico ocurrido a un soldado español de carne y hueso, que luchó contra los franceses y que tuvo la desventura de caer prisionero”. Y para confirmarlo remite a la obra ‘Los españoles en Francia 1808-1814. La deportación bajo el Primer Imperio’, escrita por Jean-René Aymes, quien habría comprobado en los archivos galos la veracidad de la peculiar historia del sargento salmantino.  La propia Eglésia Arxidiocesana de Barcelona relata en su web oficial la historia del falso cardenal y cómo fue juzgado por la Inquisición de la Ciudad Condal precisamente por haber suplantado a un religioso.

Hoy la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico (BVPB) nos permite consultar online y sin coste un ejemplar escaneado de la ‘Historia verdadera del Sargento Francisco Mayoral’, escrita supuestamente por él mismo, publicada por Espasa-Calpe y en la que el autor se jacta de sus peripecias. Al fin y al cabo quizás él sacase tajada de su embuste, pero también le sirvió para vengarse a su manera de las tropas galas. Con su engaño puso en evidencia a Francia.

“Nadie me quitará el haber salido de la miseria y pasándolo mejor que el mismo Rey Fernando, haberme burlado de una nación que ha causado la desgracia de mi patria”, recoge el peculiar relato de Mayoral: “Ya que no podía vengar con las armas a mi patria, me complací al hacer burla de los usurpadores”.

Un gol en toda regla y que ha perdurado en el tiempo.

Imágenes: Wikipedia 1 y 2

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“Ya que no podía vengar a mi patria, me burlé de sus usurpadores”: el soldado que fingió ser Borbón en el ejército napoleónico

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por
Carlos Prego

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