Rusia se desangra por la presión de Occidente: el precio de sus CPU se ha duplicado y dibuja un futuro incierto
A Rusia le crecen los enanos. La alianza occidental liderada por Estados Unidos y Europa está haciendo todo lo que está en su mano para limitar el acceso del país gobernado por Vladímir Putin a los chips de vanguardia que producen Intel, NVIDIA y AMD. Estos semiconductores siguen estando presentes en las tiendas de informática rusas, aunque no en la cantidad necesaria para dar una respuesta sólida a la demanda interna de este país.
El diario ruso Kommersant asegura que la coyuntura actual ha provocado que Baikal Electronics y MCST, que son dos de los principales diseñadores de procesadores del país regido por Putin, se vean obligados a incrementar su producción para compensar el déficit de semiconductores que han desencadenado las sanciones de Occidente. Sin embargo, se está produciendo un fenómeno que le complica aún más el panorama a Rusia: el precio de sus propias CPU se ha multiplicado por dos.
La logística y la alta demanda han disparado el precio de los microprocesadores
Antes de que indaguemos en las razones por las que se ha incrementado tanto el precio de las CPU diseñadas por las empresas rusas merece la pena que repasemos brevemente los embates que ha recibido la industria tecnológica de este país desde que Rusia invadió Ucrania. De las pretensiones del desafío planificado por Occidente ya hemos hablado en las primeras líneas de este artículo, pero, sorprendentemente, no todas las “agresiones” proceden de Estados Unidos y sus aliados. En este ámbito China no está aliviando su sufrimiento.
En diciembre de 2022 el Gobierno de Taiwán prohibió la exportación a Rusia de cualquier chip medianamente capaz
Y es que a mediados del pasado mes de diciembre el Ministerio de Desarrollo Digital de Rusia filtró que el Gobierno chino había decidido prohibir la exportación de sus microprocesadores Loongson a Rusia. El motivo más plausible es que China emplea estas CPU de diseño propio para aplicaciones militares debido a que han sido concebidas íntegramente dentro de sus fronteras. Esto da a este país un control absoluto sobre sus características, especialmente sobre todas aquellas vulnerabilidades que podrían comprometer la seguridad de los equipos en los que operan.
Además, para complicar todavía más el panorama a Rusia, a finales de diciembre de 2022 el Gobierno de Taiwán puso en marcha una sanción que había pergeñado meses antes, en junio del año pasado. Esta medida prohíbe expresamente la exportación a Rusia de cualquier chip que trabaje a 25 MHz o más, tenga un rendimiento en operaciones en coma flotante de 5 GFLOPS o más y se comunique con los demás componentes del sistema a través de un bus con una velocidad de transferencia de 2,5 MB/s o más. Estas cifras son tan ridículamente modestas que en la práctica privan a Rusia del acceso a cualquier chip medianamente capaz fabricado en Taiwán.
El panorama si nos ceñimos a los chips no pinta bien para Rusia. Y en esta coyuntura el incremento drástico de precio que están experimentando sus propias CPU no le ayuda lo más mínimo. Según Kommersant este encarecimiento ha sido propiciado por la alta demanda, algo que era previsible, y también por los altos costes vinculados a la logística de los semiconductores.
A las empresas rusas les está costando encontrar fabricantes fuera de sus fronteras que se comprometan a producir los chips que diseñan, y cuando dan con ellos los costes que desencadena este modelo de fabricación son muy elevados. En este ámbito a Rusia va a costarle mucho más que a China independizar su industria de los semiconductores de las tecnologías extranjeras, por lo que parece razonable asumir que lo más probable es que ni siquiera lo intente. Una posible alianza con China en el ámbito de los chips sería una carta ganadora para Rusia.
Imagen de portada: Xataka con Midjourney
Más información: Kommersant
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Xataka
por
Juan Carlos López
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