Así convirtió Richard Donner su ‘Superman’ en un clásico del cine de superhéroes que sigue sin haber sido alcanzado en muchos aspectos
La muerte de Richard Donner nos deja sin uno de los directores clásicos de cine mainstream desde la década de los setenta. Si solo hubiera dirigido ‘Superman’, ‘La profecía’ y ‘Los Goonies’ estaríamos hablando de un auténtico coloso de la cultura popular, capaz de llevar a su terreno todos los géneros y brillar en ellos sin devorarlos ni mirarlos por encima del hombro.
Pero Donner fue mucho más: en su filmografía se encadenan películas tan variadas como las ‘Arma letal’, ‘Los fantasmas atacan al jefe’, ‘Maverick’, ‘Asesinos’ o ‘Lady Halcón’, entre muchas otras. Todo un soberbio paseo por el lado más comercial del cine de Hollywood, sus muchas vertientes y siempre rubricando un estilo entre la artesanía y lo autoral que comparte con los grandes nombres del fantástico de los ochenta, cuando el género no era todavía una picadora de carne franquiciada.
Sin embargo, pocas de sus películas igualan el impacto y trascendencia de su ‘Superman’, una producción de tanto calado en la cultura popular que sin ella, posiblemente, no estaríamos hablando del cine de superhéroes tal y como lo conocemos hoy. Aunque la primera película del héroe de DC tiene antecedentes en seriales como los de otros héroes Marvel y DC (entre ellos los del propio kryptoniano) y en películas de tono muy distinto, como el largometraje del Batman televisivo, Superman tomó en 1978 al asalto las taquillas de todo el mundo.
Su impacto fue tal que durante los años ochenta, todas las películas de superhéroes fueron secuelas oficiales, algún spin-off desganado (‘Supergirl’) y montones de imitadores. Hasta 1989 y la llegada de la arrolladora ‘Batman’, cuya estructura narrativa y estilo visual aún bebía mucho de los puntos clave de ‘Superman’, no empezó a verse una diversificación de las posibilidades del cine superheroico, que llegaría definitivamente con los ‘Spider-Man’ de Raimi y las películas de los ‘X-Men’.
Qué hace grande a Superman
La primera y la segunda entrega se rodaron casi simultáneamente, con varios finales para la primera parte en previsión de que no se filmaran secuelas. Finalmente, Donner salió de ‘Superman II’ por desencuentros con los productores y fue sustituido por Richard Lester, que aligeró el dramatismo de la historia de la secuela. En años recientes se ha podido ver un Richard Donner’s Cut de ‘Superman II’ muy notable, aunque el clásico absoluto sigue siendo la primera entrega.
Lo que sin duda le da su talante de clásico a ‘Superman’ es que su grandeza procede tanto de sus elementos inesperados como de los esperables. Entre estos últimos destaca sin duda la férrea composición de su guión, un texto absolutamente clásico y que funciona como una maquinaria bien engrasada. Cuenta la historia del origen del héroe, su llegada a la Tierra, su adaptación al nuevo entorno y su transformación en salvador, con un formato que aún hoy se considera una estructura maestra que imitar, parodiar o pervertir.
Cada uno de los tres actos de la película se desarrolla en un lugar (Krypton, Smallville, Metrópolis) y cada uno de ellos concluye con un aprendizaje para el héroe. Esto, que puede sonar ingenuo y forzado, posiblemente lo era en el guión original de Mario Puzo, que se dice que escribió una primera versión más camp e inocentona, al estilo de los comics del personaje de mediados de siglo. Pero Donner y sus colaboradores lo rehicieron para dotarlo de esta estructura férrea, tan imitada y comprensible por públicos de todas las edades.
Y en esta especie de transparencia expositiva se enmarcan tantas y tantas decisiones de la película, que no quiere reformular nada, sino plantar las bases para una mitología clara y limpia. Por ejemplo, la elección de Christopher Reeve como protagonista, un héroe de una pieza y sin aristas de ningún tipo. No hay más que compararlo con el físico y la interpretación de Henry Cavill para tener muy claras las diferencias entre ambas visiones del personaje. Por otra parte, es imposible entender encarnaciones más clásicas de Superman, como las de ‘Smallville’, ‘Lois y Clark: Las nuevas aventuras de Superman’ o la reciente ‘Superman & Lois‘ sin la alargada sombra de Reeve. Y sutilezas de su interpretación, como los matices que diferencian a Superman y Clark Kent, han impactado en el género superheroico hasta llegar al MCU.
Otro ejemplo obvio de esa claridad sin dobleces ni trampas a la hora de presentar un héroe, sin por ello pecar de ingenuidad o simpleza: el traje. Es asombroso que a estas alturas un uniforme tan llamativo y desfasado siga aguantando el tipo cuando, sin ir más lejos, el de Batman diseñado una década después en la película de Tim Burton haya sido sobradamente superado. Aquí no se intenta reinventar la rueda (como, digamos, ponerle una armadura pesada a Flash) y el traje de Superman es efectivo, icónico, realista y sencillo.
Por otra parte, hay elementos en ‘Superman’ no tan obvios, y que terminan de redondear la complejidad de la película. Un ingrediente que la hace muy especial -de hecho, hay quien lo encuentra problemático-, es la ausencia de enemigos tangibles, supervillanos más allá del cerebro criminal de Lex Luthor. Dejando aparte que Luthor es una némesis de Superman clásica de los cómics, donde ya eran muy conscientes de la contraposición músculo vs. cerebro, este teórico problema se solucionó con la significativamente más simple ‘Superman II’, donde ya tenemos supervillanos de los de toda la vida.
La condición superheroica de ‘Superman’ queda sobradamente demostrada cuando se enfrenta a desafíos de todo tipo, desde desviar misiles a evitar que se estrelle el Air Force One, por no hablar de, ahem, modificar el transcurrir del tiempo. Lo único que no hace es golpear a nadie, lo que sin duda va un poco contra la esencia misma del género superheroico, pero sin duda ha aportado su granito de arena a la hora de dotar a Superman de ese componente de aislamiento con respecto al resto de los superhéroes que conserva hoy día.
Un puñado de decisiones icónicas que han convertido a ‘Superman’ en una película incombustible y en la que ni siquiera han envejecido de forma notoria los efectos especiales. Richard Donner se va, pero deja tras de sí un legado de películas y éxitos míticos, y ninguno tan notorio como la primera gran aventura del Hombre de Acero.
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John Tones
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