Qué debe tener un póster de coches para que sea el oscuro objeto de deseo de toda una generación
¡Manda carrallo! Quién me iba a decir a mí que a mis casi 40 años, en 2020 iba a volver a casa de mis padres, a dejar de coger coches de pruebas y a pasarme semanas deleitándome con viajes imaginarios en los coches de aquellos pósters de coches que decoraban la pared de la que fue mi habitación de niño.
Ferrari F40, Lamborghini Countach, Porsche 917: vosotros habéis hecho que Batapasión haya sido el mejor viaje de 2020…
En la era pre-Amazon o pre historia moderna, aquella en la que para intentar ligar con la niña que te gustaba tenías que llamar al teléfono fijo de su casa con el consiguiente riesgo de que descolgase el teléfono su padre, para ver los coches de tus sueños no bastaba como ahora con entrar aquí o abrir Instagram.
Lo que se hacía era mirar la pared de tu habitación y deleitarte durante horas con esos pósters que gracias al fixo o celo (lo que en algunos sitios posh llamaban “cinta adhesiva”), luchaban con el gotelé para permanecer durante años pegados a la pared y no caer sobre la estantería con coches de Bburago.
Era la época en al que un Walkman con una cinta de Mecano podía entretenerte durante horas, o al menos hasta que se acabase una cara y tuvieses que darle la vuelta a la cinta. Como mucho tu mayor distracción sería que las pilas Tudor se acabasen y tuvieses que ir en busca de más. Ni mensajes push en el teléfono móvil ni redes sociales. El tiempo de deleite con los pósters de los coches de tus sueños, aquellos que también llevabas en el forro de la carpeta del colegio, estaba más que asegurado.
El póster de la tienda o el de la revista de coches
Aquellos pósters se vendían en tiendas muy selectas. Se mostraban desplegados en gigantescos expositores colgantes junto a otros de temáticas diversas. Nunca entendí el maridaje entre un póster de un coche, otro de Iron Maiden y uno de La Naranja Mecánica, pero ese tipo de alineaciones astrales ocurrían en las tiendas de pósters.
Los coches superdeportivos de los 80 y 90 lucían en las paredes de toda habitación que se precie. A aquellos Ferrari F40, Lamborghini Diablo o Bugatti EB110 parecían sentarles bien el grano de aquellas fotos si megapixeles impresas a tamaño gigante sin las técnicas de impresión actuales.
Otro momento épico era cuando alguna de las revistas de coches del momento, como Velocidad o Fórmula, anunciaba que en su próximo número incluiría un póster de algún coche. Eran los picos de audiencia de las publicaciones, los equivalentes a los picos de tráfico web hoy en día. Nada, no os preocupéis.
En algunos de esos pósters se incluía una pequeña ficha técnica con las características principales del coche. Realizadas mediante avanzadas técnicas tipográficas en 3D, te llevaban a soñar con exprimir esos 475 CV del Ferrari F40 hasta alcanzar los 317 km/h de velocidad punta que anunciaba. Luego aquel sueño se materializaba en el mejor de los casos en una partida al Out Run.
Y qué decir de la doblez. Si eras afortunado, aquel gigantesco póster habría llegado a tí metido en un tubo que lo protegiese, pero en la mayor parte de los casos el póster previamente había sido doblado en cuatro trozos para que sus 2×1 metros de tamaño no entorpeciese a tu padre cuando lo traía de la tienda de turno.
Estas dobleces que marcaban el punto central del póster tenían tal fuerza que era imposible eliminarlas. Ni pasándole la plancha lo lograbas, y había que convivir con ellas como si fuesen un elemento más del coche.
Mucha demanda hoy en día de pósters antiguos
Mucho hemos escuchado hablar durante 2020 de los cambios en los hábitos de consumos de las personas. Uno de los fenómenos más llamativos ha sido el aumento de la demanda de pósters de coches antiguos, inversamente proporcional a la caída de ventas de coches nuevos.
Dicen que todo responde a la necesidad de toda esa generación que, tras convertir a aquellos pósters en objetos de deseo durante su adolescencia, decidieron un buen día arrancar el fixo de aquellas paredes, doblar de nuevo los pósters y tirarlos a la basura para dejar paso a insípidos cuadros de Ikea.
Ellos se han encontrado con una necesidad vital ahora que pasamos más tiempo en casa, leyendo Batapasión. Necesitan esos pósters de los años 80 con los que dejar volar de nuevo su imaginación. Ponen en modo avión sus teléfonos para evitar distracciones, reproducen canciones de Mecano en su MP3 y viendo hacia la pared, quieren viajar imaginariamente a bordo de aquel precioso Lamborghini Countach de color negro con llantas doradas.
Así eran los pósters de coches de nuestra generación. Y así, sin comerlo (no me refiero al pangolín) ni beberlo (de eso sí que hemos hecho bastante este año), muchos nos hemos encontrado en 2020 de nuevo contemplando aquellos vetustos pósters durante horas, días, semanas, meses.
Ellos han sido los únicos encargados de hacernos viajar, de forma imaginaria, en aquellos supercoches que parecía jamás íbamos a volver a conducir. Porque Batapasión ha podido con todo. También con esto.
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La noticia
Qué debe tener un póster de coches para que sea el oscuro objeto de deseo de toda una generación
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Motorpasión
por
Héctor Ares
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