‘Wonder Woman 1984’, crítica: un desganado regreso al cine superheroico con el que DC sigue sin encontrar una identidad clara
Cuando ‘Aquaman‘ y ‘Shazam‘ todavía no le habían lavado la cara al Universo DC en el cine, demostrando que Warner podía embarcarse en películas de superhéroes coloristas, bienhumoradas y, por qué no decirlo, deliciosamente horteras (lo que han sido los superhéroes clásicos de DC toda la vida, vamos), la primera película de ‘Wonder Woman’ era un pequeño bastión de esa forma de entender los superhéroes, casi en conflicto con la de Zack Snyder. La historia de una superheroina amazona que viajaba en el tiempo sin demasiada lógica para enfrentarse a truhanes con una eterna sonrisa.
Pero la sombra de Zack era alargada, claro, y el buen sabor de boca que la película dejaba en el espectador a base de humor y peleas inofensivas se amargaba parcialmente con un final confuso, innecesariamente oscuro y dramático, lleno de diálogos rimbombantes pero vacíos y un empacho de CGI a medio cocer algo lamentable. Luego llegó el giro de tono hacia el humor y la aventura en las películas del Universo DC, ese que atesoramos quienes preferimos cualquier episodio de ‘League of Legends’ a todos los Snyder Cuts del mundo, y ‘Wonder Woman’ quedó como un interesante primer paso en pos de esos superhéroes más coloristas y de tebeo.
Ingenuos de nosotros, conocedores de la expectación que ha levantado la nueva versión de ‘Liga de la Justicia’ pero también del extraordinario éxito de taquilla de ‘Aquaman’ y ‘Shazam’, del buen hacer televisivo de ‘Doom Patrol‘ y las producciones de The CW y del previsible tono desprejuiciado de películas futuras como ‘The Suicide Squad’ o ‘Black Adam’, asumimos que DC podría ir gestando unas películas de tono más ligero y otras más bajo el estilo Snyder / Nolan. Y ‘Wonder Woman 1984’, con su ambientación en los ochenta y habiéndose desprendido de la necesidad de un clímax oscuro, puntuaba alto en esa dirección.
Parece que o no supimos interpretar bien las señales, o Warner se encuentra en otra de esas encrucijadas de tono en las que no ve claro cómo explotar los indiscutibles aspectos fuertes de cada personaje. Porque en ‘Wonder Woman 1984’ hay un desequilibrio total entre lo que hay sobre el papel (“Wonder Woman en los ochenta”, es que hasta suena a sketch de ‘Saturday Nighy Live’) y la fantasía oscura, algo deprimente y antipática que acaba siendo la película de la heroína.
Una ambientación poco productiva
Ignoro el motivo que llevó a Warner a ambientar ‘Wonder Woman 1984’ en los años ochenta, siendo una película en el fondo tan poco coincidente con el espíritu sinvergonzón de la época (hay momentos en el tramo inicial en el que conecta, de hecho, con el ‘Superman’ de Christopher Reeve, pero rápidamente se deja atrás). Intuyo que tiene que ver con su tercer acto: la amenaza para el planeta que plantea solo se puede llevar a cabo en los años ochenta, pero parece un motivo algo descabellado para justificar todo un marco temporal.
El guión de Wonder Woman -sin duda el punto más flojo de la película-, siempre funciona como en el ejemplo descrito: lanzando ideas interesantes que luego desecha u olvida, lo que recuerda a desastres contenidos como ‘Liga de la Justicia’ (que pese al desbarajuste de tonos funcionaba algo mejor en conjunto que esta nueva ‘Wonder Woman 1984’). Sucede, por ejemplo, con la relación entre Diana y su nueva amiga, Barbara (Kristen Wiig), muy interesante sobre el papel y que da pie a una estupenda escena, la del almuerzo de ambas, pero que luego se tira por la borda con un exceso de simplificación.
Otro ejemplo de lo descuidado del guión está en la resurrección del personaje de Chris Pine: se pasa de puntillas sobre cómo funciona ese regreso. Pero a poco que se reflexione de forma racional sobre este aspecto y lo que implica (porque hay una tercera persona implicada en este regreso, algo en lo que no entraremos más para no desvelar detalles) convierte a Wonder Woman y su amante en dos personas no solo egoistas, sino también bastante perversas. Algo fuera de toda la intención de Patty Jenkins, pero que da buena fe de lo poco trabajados de algunos aspectos del guión.
Y también da fe del giro hacia lo oscuro de los personajes, que entroncan quizás con la visión de Superman de Zack Snyder como un semidiós muy por encima de las veleidades de los mortales. Wonder Woman se nos presenta aquí como una diosa que sigue, décadas después de su muerte, obsesionada con su primer amor terrestre. El conflicto de la superheroína dispuesta a perder lo que le define por amor de nuevo conecta con algunos aspectos de aquel ‘Superman’ de Richard Donner, pero aquí se plantea de forma mucho más antipática.
La pata de mono superheroica
El argumento de ‘Wonder Woman 1984’ tiene un punto de partida más próximo a la fantasía que a la ciencia-ficción, un poco al estilo de ‘Shazam’, y que distancia a esta nueva producción de Warner de las películas de su eterna competidora Marvel. Aquí tenemos una piedra antigua que concede un deseo a su poseedor, pero como saben bien los expertos en fábulas morales, estos contratos siempre vienen con cláusula, y los deseos se cumplen de forma algo retorcida.
Cuando el empresario petrolero fracasado Maxwell Lord (extraordinaria creación de Pedro Pascal, confesamente inspirada en el Nicolas Cage más desatado) absorbe los poderes de la piedra, se embarca en una espiral enloquecida de cumplimiento de deseos. También se verán implicadas Diana y Barbara, que en la desatada admiración de su nueva amiga se transformará en su mayor amenaza. Un punto de partida resultón y que plantea unas posibilidades muy atractivas con su distanciamiento de artefactos del espacio exterior o invasiones interdimensionales.
Por desgracia, no llegan a cuajar: pese al magnetismo caricaturesco de Pascal, cuyos esfuerzos parecen merecer un vehículo más acorde a su histrionismo, de nuevo el guión chafa las posibilidades. El sistema de intercambio de deseos y favores nunca está del todo claro (con el juego que dan estas historias de karma ultraterrenal) Y hay un discurso feminista muy interesante acerca de lo que las mujeres desean, y cómo el sistema las convierte inevitablemente en rivales, pero nunca se desarrolla del todo pese a la indudable química que exhiben las protagonistas.
Al final, tenemos lo de siempre: un puñado de buenos actores (Gal Gadot sigue irradiando esa especie de aura hiperpoderosa que tan bien encaja con el personaje, y los tics humorísticos de Wigg son muy bienvenidos, en una aproximación a Cheetah personal y notable); y unas cuantas set pieces de acción más breves de lo deseable, muy bien planteadas y no demasiado bien editadas, y que culminan en un clímax, como siempre, que queda por debajo de lo que le precede. En este caso, el choque entre Wonder Woman y sus enemigos.
‘Wonder Woman 1984’ no es un desastre narrativo como en muchos sentidos lo eran otras películas de DC: Jenkins encarrilla la narración gracias al estupendo trabajo de los actores y lo solvente del apartado técnico. A diferencia de la primera entrega, de hecho, no tenemos la sensación de que algo se ha quedado a medias: simplemente, el enfoque y la ejecución podían lucir algo más. DC tendrá que seguir buscando su camino.
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‘Wonder Woman 1984’, crítica: un desganado regreso al cine superheroico con el que DC sigue sin encontrar una identidad clara
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Xataka
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John Tones
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