La lucha de Hamilton por el cambio climático mientras compite en Fórmula 1: ¿honestidad o hipocresía?
Lewis Hamilton, el hexacampeón del mundo de Fórmula 1, va camino de hacerse esta temporada con su séptimo título para seguir así consagrándose como uno de los mejores pilotos de la historia. Sin embargo, su repercusión en el Gran Circo ha rebasado las barreras de los circuitos, especialmente este año.
Hace menso de un mes, decidió llevar el activismo conta el racismo mostrado en sus redes sociales al podio de la Fórmula 1, concretamente al del circuito italiano de Mugello, donde tras ganar se subió a lo más alto del cajón con una camiseta reivindicatoria que decía: “Arresten a los policías que asesinaron a Breonna Taylor”. Tras ello, la FIA prohibió camisetas reivindicativas en los podios.
Poco después, el pasado 3 de octubre, Hamilton publicó una imagen en su cuenta de Instagram junto al futuro Mercedes-Benz EQS, acompañada de un texto en el que hizo pública su intención de pasarse a los coches cero emisiones fuera de los circuitos para, en la medida de lo posible, tratar de reducir la contaminación medioambiental y sumarse así a la lucha contra el cambio climático.
“Recientemente he estado haciendo muchos cambios en mi vida para reducir mi impacto en el medio ambiente. Para compensar mi huella de carbono desde que estoy en Fórmula 1 he reducido los viajes y, fuera de la pista, trato de utilizar coches eléctricos siempre que sea posible“, reza el escrito del piloto británico.
Un anuncio legítimo, pero incongruente con su día a día
Huelga decir que el anuncio de Hamilton de renunciar a los coches de combustión en su ámbito privado es completamente legítimo. Primero, porque cada uno es libre de defender como persona las causas que considere éticas; y segundo, porque criticar que utilice su repercusión social como referente del deporte para tratar de trasladar a sus más de 20 millones de seguidores en Instagram la importancia de fomentar el cuidado del medioambiente ería un sinsentido.
El predominio de los SUV y de los coches con motores gasolina, principalmente, han ocasionado en los últimos años una subida de las emisiones promedio de CO₂ de los automóviles en Europa, lo que ha llevado a Bruselas a pedir a los fabricantes “mayores esfuerzos” para reducir la huella de carbono.
De hecho, el objetivo de 95 g/km de CO₂ que se aplica a partir de 2020 parece no será suficiente y por ello Europa ha propuesto ya una media de 47,5 g/km de CO₂ para 2030. Una exigencia mayor que a nivel técnico supondría el fin del coche de gasolina y diésel.
El sector del automóvil se encamina hacia la electrificación total, previo auge de los modelos híbridos enchufables como se está viendo en este 2020, mientras firmas de superdeportivos como McLaren piensan en los combustibles sintéticos para reducir las emisiones de CO₂ como alternativa a la electrificación.
En resumidas cuentas, Hamilton se ha alineado no solo con el compromiso medioambiental en sí, sino con la tendencia futura que se avista para la industria. Ahora bien, sí es una decisión que puede resultar contradictoria con la forma de vida de un deportista de élite, y más concretamente con un piloto de Fórmula 1… al menos por ahora.
Decimos “por ahora” puesto que la FIA no es ajena al impacto medioambiental que genera este deporte, de modo que eliminará todo rastro de emisiones de carbono en sus coches de Fórmula 1 antes de 2030. Antes, en 2023, podría llegar el combustible ecológico para reducir en un 80% las emisiones de los monoplazas, pues esta gasolina no emite CO₂ en su producción, aunque sí se libera durante el funcionamiento del motor de combustión.
Pero mientras todo ello se gesta, la realidad actual es que desde 2019 se permite que cada monoplaza cargue hasta 110 kg en combustible (5 kg más que años anteriores) por carrera.
Si se multiplica esa cantidad de carburante por los 20 coches que disputan la prueba, solo en cada Gran Premio pueden sumarse hasta 2.200 kg de combustible. Eso sin tener en cuenta los entrenamientos libres y la clasificación.
Este año habrá 17 pruebas. Tras un cálculo a vuela pluma estableciendo una media aproximada de 305 km recorridos en cada una y un consumo medio estimado por coche de 67 l/100 km, supone que solo en las carreras se esfuman más de 3.400 litros de carburante.
Todo ello, de nuevo, sin contar entrenamientos ni sesión de clasificación. Pero no solo eso. Hay que sumarle el impacto medioambiental que supone el traslado de los pilotos, equipos y vehículos hasta los diferentes escenarios en los que se celebran las carreras.
Por poner un ejemplo, desde Sochi (Rusia) hasta el circuito de Nürburgring (Alemania), lugares de la última y próxima carrera, respectivamente, existen aproximadamente 3.100 km de distancia. Eso es solo un viaje. Un Gran Premio.
Contextualizando la repercusión que tiene solo una carrera, un ciudadano medio que recorra 20.000 km al año con un coche estándar, con un consumo de combustible medio de 6 l/100 km, gasta unos 1.200 litros de combustible anualmente.
“Es difícil ser siempre perfecto cuando nos ocupamos de nuestra vida diaria“, reconoce Hamilton en su mencionada publicación en redes sociales, y máxime en su caso no le falta razón.
Adiós a los superdeportivos
“El último paso para mí será cuando me aleje de este deporte y pueda concentrarme completamente en ayudar a sanar el mundo para brindar un futuro mejor para nuestros niños y niñas”, asegura el piloto de Mercedes.
Una misión que pasa, entre otras cosas, por aparcar los superdeportivos y coches de alta cilindrada de los que ha presumido en sus redes sociales en diversas ocasiones y recientemente.
Sir ir más lejos, hace tres meses posó junto a un Mercedes GLE, en agosto con un Mercedes Clase G, y ya si retrocedemos a hace un año no faltan ostentosas fotos con modelos de la talla de un Mercedes-AMG GT-R o incluso con un Pagani Zonda o un Ferrari.
El problema con Hamilton es que ocurre algo similar a lo que pasa con la Formula 1 y sus pretensiones ecológicas y la realidad: su hoja de ruta dibuja un futuro verde, pero en la actualidad dista todavía en exceso de ello.
El hexacampeón del mundo, lejos de otear un salto a la Fórmula E, lo que a nivel deportivo comulgaría mucho más con su causa, está a punto de asegurar su permanencia en la Fórmula 1 durante al menos otro trienio mediante una renovación multimillonaria: 130 millones de euros por tres temporadas más con Mercedes.
Y es que mientras la Fórmula E es una competición aún en fase incipiente, la Fórmula 1 mueve cantidades ingentes de dinero. Paradójicamente para Lewis, Petronas, la compañía de petróleo y gas de Malasia, es el principal patrocinador de Mercedes desde 1995 y, por ende, una gran fuente económica para el equipo e indirectamente para él.
Por todo ello, la decisión de Hamilton de abrazar los coches eléctricos y enarbolar la bandera contra el cambio climático es un gesto loable, pero, por desgracia para Lewis, a día de hoy es un hecho activista y de concienciación social desde la barrera, pues sus circunstancias profesionales le impiden predicar con el ejemplo.
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Motorpasión
por
David Galán
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