En su obsesión por controlar a sus hijos, los padres “helicóptero” tienen un nuevo instrumento: airtags

En su obsesión por controlar a sus hijos, los padres

Stephanie Chin es una madre de Maryland que comparte un temor con miles, millones de mujeres y hombres repartidos a lo largo de todo el planeta: que pueda llegar un día en el que busque a su hija, una niña de ocho años, y no la encuentre. Desde hace un tiempo ese miedo es sin embargo menos intenso. Ahora le llega con sacar su teléfono y echar un vistazo para saber dónde está su pequeña. El motivo — como explicaba hace poco a The Washington Post— es que ha metido dos AirTags en el fondo de su mochila  para rastrear sus pasos y saber por dónde anda. Exacto, los mismos dispositivos que triunfan en verano para no perder maletas.

Lo más curioso es que esa solución Stephanie Chin también la comparte con muchas, muchísimas, más madres y padres de todo el planeta.

¿Dónde está mi hija? Esa es la pregunta que quieren resolver Chin y otras muchas más madres y padres de niños lo suficientemente mayores como para tener una ajetreada agenda de clases, actividades extraescolares, amigos y juegos, pero no tanto como para llevar consigo un smartphone. Hace poco Heather Kelly, reportera del diario The Washington Post, habló con algunos de esos padres de EEUU que han decidido solucionar su inquietud de la misma forma.

¿Cómo? Colando un dispositivo AirTag en las mochilas y bicis de sus hijos o directamente dándoles uno inserto en una muñequeras, llavero o prendedor. Hay quien opta incluso por coserlo a una chaqueta o atárselo a los zapatos. Todo para asegurarse de que los sensores cumplirán la misión que tienen asignada.

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¿Y qué misión es esa? He ahí la clave. Los padres los usan para tener localizados a sus retoños cuando están lejos de ellos —”Prefiero prevenir que lamentar”, reconoce Chin—, pero ese no es el propósito con el que Apple lanzó el dispositivo en 2021. Es más, desde el primer día la compañía ha advertido que sus aparatos están pensados para objetos, como carteras, mochilas o llaves, por lo que no debían usarse con mascotas o niños. Para ese fin hay otras opciones.

Eso no ha impedido que las familias lleven tiempo comprando AirTags para controlar la ubicación de sus hijos. No es el único, por supuesto. En el mercado existen otros rastreadores como Tile o Chipolo e incluso aparatos GPS pensados para niños, como Jiobit o el reloj Gizmo. Gracias a su precio (39 euros), facilidad de uso y el potente ecosistema de Apple, los AirTags han logrado sin embargo una popularidad especial. En 2022 ya podían leerse foros de padres que explicaban cómo los habían usado para que sus hijos no se perdieran en Disnelyland.

¿Es una buena idea? La pregunta del millón. Y la respuesta no es sencilla. Para madres como Stephanie  Chin los AirTag suponen una fuente extra de tranquilidad y garantía, una además más económica que un reloj Gizmo o el Apple Watch y con una autonomía notable, pero la propia Apple aconsejaba ya en 2021 limitar su uso a objetos y recordaba que quienes buscasen otras soluciones, enfocadas a niños, disponían de alternativas como el Apple Watch con Family Setup.

El motivo: el propio funcionamiento de los AirTags, que aprovechan la red circundante de otros aparatos Apple con acceso a Internet para actualizar su ubicación. La solución es atractiva cuando se aplica a llaves, carteras, mochilas… que hemos extraviado por ejemplo en un entorno en el que hay dispositivos como iPhone o iPads. Cando lo que se busca es un perro, un gato o por supuesto un niño puede no ajustarse tan bien a las necesidades. Primero porque primará conocer la localización en tiempo real. Segundo, porque su además se mueven por entornos rurales existe el riesgo de que el AirTag no pueda enviar su ubicación.

¿Es el único “pero” a su uso? Para nada. Desde su lanzamiento han surgido algunas polémicas por el uso de AirTags para rastrear a niños. Un caso reciente es el de la influencer Vada Stevens, que hace unos meses mostraba cómo utilizaba las balizas de Apple para rastrear a sus hijas e incluso les había enseñado que debían buscarla cada vez que sus AirTags emitiesen un pitido. “Puede entrenar a sus hijos para que vengan cuando escuchen el sonido”, explicaba ufana en TikTok.

Hay quien lo ve desde otra perspectiva, como la periodista Tara Mendola, y reivindica que los dispositivos pueden suponer una forma de ofrecer una mayor autonomía a los pequeños de casa: “Quiero que sea algo que aumente su libertad, no que aumente nuestra vigilancia sobre ellos”, explica a The Washington Post.

¿Nueva herramienta para “padres helicóptero”? La práctica entronca en cualquier caso con la filosofía de los conocidos como “padres helicóptero”, término que retrata a aquellos progenitores que muestran una pulsión por tutelar —de ahí lo de sobrevolar— de forma permanente a sus retoños, lo que pasa por controlar sus elecciones y camino pedagógico. El fenómeno no es nuevo y lo retrataba de forma magistral hace unos años la experta en educación Jessica Lahey en un artículo que publicó en la revista Vox sobre su experiencia como madre.

“Como profesora, hacía tiempo que era consciente de que los padres helicóptero eran un problema en la sociedad en general. Fui testigo directo de cómo el estilo de crianza actual, reacio al riesgo, ha socavado la competencia, la independencia y el potencial académico de una generación —comentaba—. La epifanía llegó cuando vi que la misma cautela y miedo que observaba en mis alumnos se manifestaba en mis hijos. Tuve que admitir que, como madre, yo era parte del problema”.

¿Confianza VS certeza? Hay expertos que apuntan que, más allá de la sensación de seguridad que puedan transmitirle, que un padre usé dispositivos como los AirTags para rastrear a sus hijos se enfrenta también ciertos hándicaps. “Establecer límites tecnológicos constantes podría interferir con el juego en sí y la sensación del niño de poder explorar por sí mismo qué es un límite seguro”, señala Rebekah Diamond, profesora de pediatría en la Universidad de Columbia,

“A mí me parece que el riesgo sería mayor que la recompensa”, remarca. Otros expertos muestran su preocupación por la limitación de los niños para “hacer las cosas por sí mismos”, un control y supervisión excesivos, su impacto en la relación entre padres e hijos o los propios límites de la privacidad del niño: “No podemos tolerar la incertidumbre y la tecnología sigue dándonos más certeza. ¿Qué pasará cuando la confianza sea sustituida por la certeza?”, plantea Leonere Skenzay.

Imágenes: Note Thanun (Unsplash) y Đức Trịnh (Unsplash)

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En su obsesión por controlar a sus hijos, los padres “helicóptero” tienen un nuevo instrumento: airtags

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por
Carlos Prego

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