En ‘Indiana Jones y el Dial del Destino’ el héroe vuelve, pero puede derrotar a su principal enemigo: la nostalgia

En 'Indiana Jones y el Dial del Destino' el héroe vuelve, pero puede derrotar a su principal enemigo: la nostalgia

Cuando uno abandona la sala tras ver esta quinta entrega de las peripecias de Indiana Jones, le abruman dos sensaciones. La primera, que algunas de las malas críticas no eran para tanto: ‘Indiana Jones y el Dial del Destino’ no es el desastre que se había vaticinado. El talento efectivo de James Mangold cuaja bien con el espíritu clásico de la serie, y estamos ante una nueva entrega digna y potente, perfectamente disfrutable como blockbuster veraniego y como prolongación de las peripecias de Indy, que puede mirar a la cara sin demasiada vergüenza a la trilogía original.

La segunda es que soportar la mirada de vuelta no es tarea fácil: si para algo sirve ‘El Dial del Destino’ es para certificar que aquella trilogía original era una combinación alquímica de acción, humor y disparate que, sencillamente, resulta inaplicable en el Hollywood actual. Estamos casi tan lejos en el tiempo de ‘En busca del Arca perdida’ como Spielberg lo estaba, a su vez, de los clásicos de la aventura en formato serial que homenajeaba, y que por entonces se entendían como una narrativa del pasado y que operaba bajo una pureza inalcanzable. La misma sensación que tenemos ahora con las películas originales de Indiana Jones.

Esas dos sensaciones se combinan en una sola: la fuerza, el nervio de Indiana Jones es algo que sucedió hace décadas y que no se puede replicar. Ojalá hubiéramos tenido más Indiana Jones en su momento (y tampoco es que nos podamos quejar: hemos disfrutado de videojuegos, cómics y series de televisión que han continuado con vibrante dignidad los méritos de las películas), pero hay que pasar página. Aquello, sencillamente, ha quedado como una cima inalcanzable.

Y el problema no es precisamente que Harrison Ford tenga ochenta años. De hecho, Ford es de lo poco genuinamente emocionante de la película, y no se le ve en ese registro tan incómodo de “estoy aquí por el cheque” que empañaba su intervención en la última trilogía de ‘Star Wars’. Su interpretación, de hecho, es tan memorable que hace que los no-siempre-logrados efectos digitales rejuvenecedores para las secuencias durante la II Guerra Mundial sobren un poco. Una entrega ambientada íntegramente en los sesenta habría sido más compacta.

La máquina cojea

Entonces… ¿qué es lo que falla en ‘Indiana Jones y el Dial del destino’? Las películas originales eran máquinas de movimiento continuo que llevaban a un extremo disparatado y ridículo una progresión lógica de sus secuencias de acción. Las agotadoras escenas de persecuciones de Indiana Jones empezaban en un punto y acababan en otro completamente distinto de una forma progresiva y natural, pero a la vez inesperada. Cada nuevo giro en la secuencia daba un giro a las condiciones: quién está en el techo, quién está en el volante, en qué posición están todos, qué obstáculos hay, a qué velocidad van, qué peligros tienen delante, qué demonios es esa roca gigante, por qué las parede escupen cerbatanas envenenadas. Todo eso va cambiando de forma orgánica.

Para entendernos: la secuencia de la bomba rodante que abre de forma soberbia la última entrega de ‘Fast & Furious‘ tiene más de esa lógica de “sucede algo, cambian las condiciones a un más difícil todavía, y nada se detiene” que las algo sosas mecánicas de acción de ‘El Dial del Destino’, que consisten meramente en “un peligro; se salvan; un peligro; se salvan”. Esta quinta entrega es trepidante, en momentos puntuales es hasta emocionante, pero no es Indiana Jones. Un ejemplo: la secuencia del campanario y la bomba: arranca, en efecto, como puro Indy con elementos del escenario que se van transformando y cambiando de función, hasta que Mangold no sabe como seguir y, simplemente, salva al héroe. Y pasamos a otra secuencia de acción. No está mal, pero no funciona así.

Y así con todo: el principal problema de ‘El Dial del Destino’ es que por cada secuencia de acción de interés en la película, hay una previa en la franquicia que la antecede y la supera. Por ejemplo, la escena en la casa de apuestas, con gente gateando bajo las mesas y pasándose un objeto valioso de mano en mano es como el arranque de ‘El Templo Maldito’. Pero el resultado era allí una pequeña obra maestra de la acción y la comedia, que se permitía hasta guiños meta (‘Anything Goes’ en la banda sonora) y un giro total sin cambiar de plano (la puerta del avión), que deja en evidencia hasta que punto esta entrega va a medio gas.

Mi problema con ‘El Dial del Destino’ posiblemente radica en que, aunque me entusiasma la trilogía original (y ‘La Calavera de Cristal’, aún pareciéndome la peor película de la franquicia, no me desagrada del todo), no soy un fan que necesita considera que cualquier dosis de Indiana Jones será buena por defecto. Los horrendos efectos CGI de la peor secuencia de esta nueva entrega (la desganadísima, casi irritante persecución en el tren) corroboran que las cosas ya no son como antes. No pasa nada, busquemos nuevas emociones. Pero a ser posible, unas que no vayan a rastras de las que ddisfrutábamos hace cuarenta años.

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John Tones

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