Un estudio trató de averiguar cuál era la bebida que más nos hidrataba. Resulta que no es el agua

Un estudio trató de averiguar cuál era la bebida que más nos hidrataba. Resulta que no es el agua

El agua es quizá el líquido más importante para la vida. Desde luego lo es para los humanos. Debemos hidratarnos para que nuestro cuerpo siga funcionando pero tenemos muchas formas de hacerlo. Tantas como bebidas podamos encontrar, ya sea en el mercado, en nuestros grifos o en la fuente del pueblo. Ahora bien, ¿cuál de estas bebidas nos hidrata más?

La respuesta podría parecer de perogrullo: la mejor forma de hidratarnos, de dar a nuestro cuerpo agua debe ser… beber agua, ¿no? Pues no. Lo primero que debemos tener en cuenta es que tendemos a conocer por “agua” a dos cosas ligeramente distintas.

Químicamente, por agua nos referimos al óxido de dihidrógeno, H20, aunque este líquido suele recibir el nombre de agua destilada. El agua que bebemos suele contener minerales y otros compuestos, ya sea el agua de grifo, agua mineral embotellada, etc.

No es que el agua destilada no sea potable (al contrario de lo que sostiene la leyenda urbana), pero el agua mineral en sus distintas formas es mejor. En parte porque estamos habituados a su sabor y en parte porque el consumo de agua destilada tiene un efecto diurético que causa una pérdida del equilibrio en nuestros electrolitos.

Los electrolitos son sustancias que, al unirse al agua, mantienen una carga eléctrica (positiva o negativa). Regulan algunas de las reacciones químicas dentro de nuestro cuerpo como las que mantienen el balance de líquidos en nuestras células. El magnesio y el potasio son algunos de los electrolitos más conocidos de nuestro cuerpo, aunque magnesio y calcio también están en esta categoría.

Las bebidas que consumimos suelen ser líquidos compuestos por agua y otros compuestos químicos disueltos. Por ejemplo, la leche es un compuesto formado por cerca de un 85% de agua; y por proteínas, grasas y carbohidratos principalmente. Entonces, si a la hora de hidratarnos, agua más pura no es mejor, ¿pueden existir opciones mejores incluso que el agua de grifo? Sí.

Para muchos la primera respuesta puede venir a la cabeza con facilidad: los sueros orales. La base de estos compuestos es el agua, pero cuentan con una serie de sales y otros compuestos que ayudan a compensar no sólo la pérdida de agua sino también la de electrolitos y algunos nutrientes.

Ahora bien, un estudio analizó diversas bebidas para entender cuál era la bebida que más nos hidrataba. Según sus resultados, el agua ni siquiera estaba en el podio. Los investigadores crearon el Índice de Hidratación de Bebidas (BHI) basado en la masa de la masa orinada en las cuatro horas siguientes a la ingesta de la bebida, y en el valor de esta variable asociado al consumo de agua.

Los investigadores probaron este test en un experimento realizado en 72 participantes. La bebida con un mayor BHI fue la leche desnatada, seguida del suero oral para la rehidratación y de la leche entera. Estas tres bebidas obtuvieron resultados significativamente superiores (un 99% de confianza), mientras que el zumo de naranja logró también un resultado significativamente superior al del agua aunque a un nivel inferior (95%).

¿Tenemos que sustituir entonces nuestra bebida isotónica por un brick de leche al ir al gimnasio? No. En condiciones normales, deshidratarnos no es fácil. En general, con beber agua y comer alimentos ricos en este compuesto como la fruta puede ser suficiente para mantenernos hidratados. Incluso debemos recordar que un consumo excesivo de agua puede ser nocivo.

Cuando analizamos una bebida debemos tener otros factores en cuenta, no sólo lo que nos hidrate. Factores como su contenido en azúcares y carbohidratos, grasas y demás nutrientes. La leche puede aportarnos algunos nutrientes si bien otros de sus compuestos, como la lactosa, no son digeribles para muchas personas.

Algunos refrescos y bebidas isotónicas, por ejemplo, tienen índices de hidratación semejantes al agua, pero su alto contenido en azúcar y edulcorantes los pueden hacer menos apropiados en determinadas circunstancias. Al final, la clave está en el equilibrio, ya sea dentro de nuestras células o en lo que consumimos.

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Pablo Martínez-Juarez

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