Me he pasado varios horas en el delirante y apasionante mundo de los videojuegos retro soviéticos y todavía me estoy recuperando

Me he pasado varios horas en el delirante y apasionante mundo de los videojuegos retro soviéticos y todavía me estoy recuperando

Todos estamos de acuerdo: uno de los videojuegos más famosos de la historia (¿quizás el videojuego más famoso de la historia?) se programó en la Unión Soviética en los ochenta: ‘Tetris‘. Su historia es de sobra conocida, como lo son sus reglas, pero es solo la punta del iceberg de una escena apasionante: la de los videojuegos creados en la URSS durante los ochenta.

Un rápido vistazo a las máquinas recreativas soviéticas permite hacerse a la idea de lo que fue la industria del videojuego en Rusia en aquella década: un mundo absolutamente encerrado en sí mismo, que apenas recibía influencia estética o tecnológica del exterior, y que evolucionó a su ritmo y con sus propios ritmos y obsesiones nacionales. Por ejemplo, incidían en entretenimientos aprobados por el gobierno: entrenamiento pseudomilitar (de la astronáutica a la infantería armada), folclore nacional y primerísima potencia deportiva. Un poco al estilo occidental, pero de forma mucho más sobria y marcial.

Hubo un fugaz y tardío paso por los clónicos de Game & Watch como los que surgieron en todo el mundo y que, bajo el nombre genérico de Elektronika, plagiaban sin reparos títulos que tenían éxito en otros formatos pero con personajes de animación famosos en Rusia. Durante los ochenta y los noventa el videojuego doméstico se popularizó, aunque apenas había máquinas propias: tuvo especial relevancia hardware como la Dendy (un clon taiwanés de la NES) el Kvant-BX (clon del Spectrum de estética alienígena y fabricado en Rusia) o las consolas de Atari, que sí consiguieron llegar a la URSS en su formato original y muchos años después de arrasar en EE.UU.

En este contexto comienzan a aparecer estudios e incluso desarrolladores solitarios e independientes que desarrollan juegos de todo tipo: desde clones de éxitos occidentales a los puzles más enrevesados, adictivos y enigmáticos del mundo. No es de extrañar que este género tuviera tanto predicamiento en la URSS, y que el puzle más famoso de la historia venga del país. Su carácter abstracto les permitía funcionar sin elementos propagandísticos, y su talante cerebral encajaba perfectamente con una función secundaria: entrenar a los futuros genios de la matemática y la ciencia que darían gloria a la madre patria soviética en años venideros (o sea, que a su manera también eran juegos propagandísticos).

Para celebrar esta fascinante página de la historia de los videojuegos, hemos jugado a unos cuantos de los títulos producidos en la URSS hace años y os contamos qué tal. ¿Cómo aguantan el paso del tiempo?

Tetris (1984)

No podíamos empezar con otro, por supuesto. Pero en vez de la popularísima versión de arcade o alguno de los muchos ports a sistemas domésticos, como la de Game Boy, nos hemos adentrado en el ‘Tetris’ original de 1984. Esta emulación replica la tosca sensación (machacar de teclas incluido) de jugar en un ordenador DVK-2, donde funcionaba la versión original. El hecho de que la experiencia resulte así tan divertida y adictiva como la más sofisticada de las versiones recientes del clásico es el perfecto testimonio de la inmortal perfección de la propuesta.

Aunque esta versión original de ‘Tetris’ carece de detalles que más adelante se harían famosos, como ese satisfactorio parpadeo de las piezas al desaparecer que refuerza la idea de progreso, son solo detalles. Todo lo demás está aquí: el diseño genial de los tetriminos, la posibilidad de planificar la estrategia con la siguiente que va a caer y los planes que se elaboran de forma intuitiva conforme avanza la partida, por ejemplo para preparar un Tremendo Tetris.

Welltris (1989)

El siguiente paso solo podía ser el ‘Welltris’, la versión en 3D que Alexei Pajitnov hizo de su éxito. Por suerte ya había jugado en esta misma versión DOS en su día y conocía bien sus caóticos controles y a su atrevido concepto. Lejos de la sencilla genialidad del juego original, esta secuela sigue aguantando el tipo con un concepto complejísimo y de muchas capas de diversión, gracias al perverso detalle de que las piezas atraviesan el suelo de parte a parte al caer. Un toque de genio malvado de los muchos que atesora esta infernal continuación.

‘Discent’ (1989)

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Venga, vamos con la línea dura: Radio-86RK fue un ordenador doméstico que podías montar en tu propia casa y que apareció en 1986 en la revista ‘Radio’, orientada a aficionados a la electrónica. La revista publicó una serie de artículos sobre circuitería eléctrica, placas y todo lo que había que saber para crear tu ordenador en casa, como por ejemplo, conectar 29 chips y construir un teclado. Una auténtica locura cuyo resultado puedes ver aquí emulado y cuyos resultados (al menos en la parte lúdica) rozan lo injugable. Aunque hay excepciones como este claustrofóbico ‘Discent‘ que te manda a una caída a la boca del infierno de los gráficos abstractos y la velocidad demencial.

‘Perestroika’ (1989)

Este enfermizamente adictivo juego para DOS (lo puedes jugar aquí) llegó cuando los nuevos demócratas y los viejos burócratas soviéticos se enfrentaban en el parlamento ruso. Esa situación se convierte en una metáfora bastante oscura con un juego de una rana que tiene que atravesar la pantalla saltando de nenúfar en nenúfar antes de que su punto de apoyo flotante se sumerja. Es decir, que la referencia más clara a la actualidad rusa está en la pantalla de presentación y en el título. Pero la simplicidad y las altas velocidades que alcanza el juego lo convierten en una joya infecciosa y delirante.

‘Beholder’ (2016)

Y como remate, un juego de culto reciente que tiene un filo especialmente inquietante por venir de donde viene, por mucho que sea de 2016. Se trata de un “simulador de chivato”, como sus propios desarrolladores (el estudio Warm Lamp Games) lo definieron, en el que damos vida a un habitante de una casa llena de apartamentos donde podremos espiar y denunciar a nuestros vecinos para conseguir dinero y ascender en el miserable estado policial en el que vivimos. Las decisiones morales están enteramente a discreción del jugador, así que sentirse miserable y mala persona está a la orden del día.

Aquí acaba este rápido viaje por los videojuegos retro soviéticos, aunque queda mucho por escarbar: de los clones de ‘Doom’ para Spectrum ZX (o su correspondiente réplica soviética) a los últimos devaneos propagandísticos del género de estrategia (como la saga ‘Men of War’, ya en este siglo). La opacidad informativa y lo limitado de sus medios convierten el medio nacido en ese país en un auténtico surtidor de sorpresas. Atrévete a dejarte atrapar por la década de la Perestroika.


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Me he pasado varios horas en el delirante y apasionante mundo de los videojuegos retro soviéticos y todavía me estoy recuperando

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Xataka

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John Tones

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