Es natural preguntarse cuándo llegará el frío a España. La respuesta esconde nuestro gran problema a futuro

Es natural preguntarse cuándo llegará el frío a España. La respuesta esconde nuestro gran problema a futuro

Empieza noviembre y la broma del calor ya empieza a cansar. Sobre todo porque el otoño meteorológico ha amagado varias veces con llegar y desplegar todo su potencial para luego dar marcha atrás. Así que a medida que nos acercamos al final de año y la situación sigue extrañamente cálida para la época en la que estamos, es casi inevitablemente preguntarse: ¿hasta cuándo?


¿Qué esperamos de noviembre? Tras octubre (posiblemente el más cálido de la serie histórica), todo parece indicar que noviembre va a seguir en la misma línea. Los modelos de predicciones mensuales son considerablemente menos específicos que los de 7 días; no obstante, dicen cosas muy interesantes. En primer lugar, muestran cierta “normalización” de las temperaturas. Es decir, después de sufrir de valores hasta 10º por encima de la media, las temperaturas bajarán. De forma sensible, sí. Pero seguirán por encima de lo habitual.

La situación no pinta bien. De hecho, la primera quincena del mes se espera bastante más cálida de lo normal. Se dan casi por seguras anomalías generalizadas por encima de los 3 grados. Solamente Canarias, Galicia, Asturias y el noroeste de Castilla y León tendrán temperaturas cercanas a la media histórica. Y, lo más probable, es que se queden al menos un grado por encima.

Pero se va “normalizando” poco a poco. En cambio, durante la segunda mitad de noviembre se espera que la tendencia cálida vaya disolviéndose poco a poco. Las temperaturas seguirán por encima de lo normal en el sur peninsular y las Baleares, pero el resto del país ya habría terminado su confluencia con la media.

lluvia

¿Y el agua? Esa es la gran pregunta: el agua. Aunque el invierno climatológico es la estación más lluviosa en el tercio norte peninsular, parte de la Meseta sur, Extremadura, casi toda Andalucía y Canarias, no ocurre lo mismo en la fachada mediterránea y buena parte del centro peninsular. Basta con mirar el mapa superior para ver que la mayor parte de las zonas más habitadas del país se juegan sus reservas de agua en otoño. En un otoño cada vez más corto.

La maldición del buen tiempo. Hace unos días hablábamos de que era hora de repensar las estaciones porque el calor cada vez dura más. Pero el problema va mucho más del calor. El “buen tiempo” nos hace olvidarnos de los problemas que se van acumulando.

Nunca está de más recordar que llevamos desde 2014 en una situación de sequía generalizada. Desde aquel año, cada temporada ha llovido menos que la media histórica (1971-2000); es decir, llevamos casi una década construyendo un déficit global, constante y cada vez más extendido. Eso tiene consecuencias en forma de cortes de suministro, pero sus secuelas son mucho más importantes.

El agua no es lo único que se agota. A nivel global, cada año se pierden 24.000 millones de toneladas de suelo fértil (es decir, en los últimos 20 se han perdido el equivalente a toda la superficie agrícola de EEUU); y a nivel nacional, una quinta parte del territorio español ya está desertificada y un 1% se degrada rapidísimamente. Hablo de esto porque es solo la secuela más visible y clara de estos procesos.

Las mejoras en la productividad de la tierra, en el aprovechamiento de recursos hídricos y en la gestión global del agua han conseguido “disimular” todo esto. Sin embargo, cada vez es más difícil conseguirlo. Pasan los días, no llueve y las reservas son cada vez menores. No es una anécdota, es una tendencia. Una tendencia para la que no estamos preparados.

Imagen | Eder Pozo Perez


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Xataka

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Javier Jiménez

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