Uno de los mayores rompecabezas “biosintéticos” del último siglo, resuelto: hemos logrado sintentizar de forma sencilla la toxina del pez globo

Uno de los mayores rompecabezas

La operación es delicada. Hay que extraer el hígado y los ovarios con sumo cuidado y la piel, para no contaminar el resto de la carne del animal, debe retirarse de una forma muy concreta, desarrollada desde hace más de 2.300 años. Por eso mismo, no puede hacerlo cualquiera. Solo tras tres años completos delicados al estudio y un complejísimo examen que incluye pruebas teóricas, pero también consumir el resultado de tu mismo trabajo, un cocinero puede preparar el pescado más tóxico del mundo.

Ahora hemos aprendido a sintetizar fácilmente ese veneno. Algo que será clave para la nueva generación de analgésicos.


El fugu. El fugu, conocido entre nosotros como ‘pez globo’, es considerado un manjar en Japón y Estados Unidos; en Europa, independientemente de su consideración, está prohibido su consumo y lo está por un buen motivo: es un animal tremendamente tóxico, la segunda especie vertebrada más venenosa del mundo (después de la rana dorada venenosa). La explicación es sencilla (y, a la vez, tremendamente complicada): la tetrodotoxina.

Una de las toxinas más peligrosas del mundo. La tetrodotoxina es una de las neurotoxinas más potentes que se conocen. Tradicionalmente, se creía que era algo específico de los peces globo. No obstante, en los últimos años, se ha encontrado en una amplia variedad de especies: desde pulpos hasta sapos y tritones. Fue así cómo descubrimos que no era algo que produjeran esos animales.

Era algo biosintetizado por ciertas bacterias que infectan a estas especies; algo que se acumula en los cuerpos de sus anfitriones y, finalmente, por una de esas carambolas evolutivas, tiene un papel clave en la defensa de estos frente a los depredadores.

Más allá del pescado. Lo interesante de esto es que la toxina tiene muchos usos más allá del pescado. Se ha probado como tratamiento para enfermedades como el cáncer o las migrañas y, en los últimos años, se ha estudiado muy atentamente para aprender sobre la biosíntesis y la ecología de la próxima generación de analgésicos.

Si nos centramos en sus usos prácticos actuales, la tetrodotoxina se ha convertido en una herramienta indispensable en la investigación neurológica porque permite bloquear selectivamente los canales de sodio y, por tanto, se puede utilizar para silenciar señales eléctricas en el interior de circuitos neuronales concretos.

Un rompecabezas biosintético. El problema es que la molécula de la tetrodotoxina tiene una estructura intrincada de anillos interconectados ricos en oxígeno que, sinceramente, ha supuesto un enorme reto a la hora de sintetizar. La primera vez que se consiguió fue en 1972, pero el método para conseguirlo era tan complejo que no merecía la pena hacerlo. Ahora, unos investigadores liderados por David Konrad han encontrado una forma relativamente sencilla para sintetizar la toxina a partir de un derivado de la glucosa.

No hablamos de una revolución, es cierto. Es un proceso de 22 pasos que permite un rendimiento general del 11% a partir de los materiales de partida. Sin embargo, se trata de un paso de gigante en nuestra capacidad para entender y producir algunas de las moléculas más complejas de la naturaleza. Un paso va a abrir caminos nuevos a la medicina moderna.

Imagen | Brian Yurasits


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Xataka

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Javier Jiménez

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