La muerte del iPod me lo confirmó: hora de repensar nuestra relación con la música

La muerte del iPod me lo confirmó: hora de repensar nuestra relación con la música

10 de mayo de 2022: el día en que se anunció la muerte oficial del iPod. Un producto icónico, símbolo de una década para la cultura popular, que permitió que luego naciese el iPhone, a la postre el terminal que le despojó de sentido. En medio de todas las crónicas, remembers, panegíricos y repique a muerto de las campanas, acudí en rescate de aquel viejo y olvidado iPod para hacerle la foto de rigor de esa esquela que es un tuit.

Allí encontré algo que llamó mi atención. No es nada que no haya pensado de forma fugaz algunas veces durante estos años, pero navegando por la biblioteca de aquel iPod encontré discos completos y un enfoque claramente en álbumes, por encima de las playlists. En 2022 eso suena casi a anomalía.

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La discografía de Bob Dylan acaparando mi iPod Classic.

El auge de la música en streaming, básicamente Spotify y un poco de Apple Music, nos ha traído veneración por las listas de reproducción. Por mezclaillos donde vamos añadiendo un poco de aquí y de allá para agrupar música en base a estados de ánimo, momentos del día, actividades o simples recopilaciones graciosas, como ‘Placeres culpables’ o ’90s one hit wonders’.

Deslizar la clickwheel de aquel iPod me mostró mi yo del pasado, el que escuchaba más álbumes y menos playlists. No es una cuestión trivial: los álbumes son historias contadas canción a canción, donde su orden también es importante. Adele se encargó de recordárnoslo en 2021. El modo shuffle tiene su sentido, pero en el significado más puro de la música no deja de ser como si desordenáramos los capítulos de un libro antes de leerlo.

Las playlists son convenientes y a todos nos gustan, pero su abuso se está cargando una parte del significado de la música. De colección de culto en nuestras estanterías y escucha secuencial a batiburrillo. El paso al digital y sobre todo al streaming nos trajo un escenario casi soñado, pero con algún peaje.

Tampoco se trata de ponernos a escuchar casettes en pleno 2022 para sacralizar el orden de las pistas, pero quizás sí a no olvidar que la buena música cuenta historias, no fragmentos intercambiables. Lo que es intercambiable es olvidable, prescindible.

No todo tiene por qué ser trascendental y solazarnos el alma, pero si Bob Dylan me viese trabajar con Apple Music de fondo pasando de un artista a otro, cada uno de un padre y una madre, lo mismo me ofrecía cien dólares a cambio de dejar de escucharle para siempre.

El salto al streaming nos hizo renunciar a poseer la música como antaño a cambio de, paradójicamente, tenerla siempre en nuestro bolsillo. Ojalá no se cargue también una forma de concebir la música que quizás las nuevas generaciones ya apenas van a conocer.


La noticia

La muerte del iPod me lo confirmó: hora de repensar nuestra relación con la música

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Xataka

por
Javier Lacort

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