Los monjes que dieron la espalda a los números arábigos: así es el extraño sistema de numeración que han usado los bernardos durante ocho siglos

Los monjes que dieron la espalda a los números arábigos: así es el extraño sistema de numeración que han usado los bernardos durante ocho siglos

Harto de usar larguísimas sucesiones de letras difíciles de leer para escribir un sencillo número, John Basing decidió buscar una manera más rápida de anotarlos en sus trabajos de griego antiguo. El siglo XIII ya era lo suficientemente duro como para perder el tiempo sumando letras sin ton ni son.

Sin saberlo, el viejo archidiácono de Leicester estaba creando un sistema de numeración nuevo que, en las minuciosas manos de los monjes bernardos, se perfeccionó durante siglos y llegó vivo hasta el siglo XX. Así son (y así se usaban) los números cistercenses.


Ocho siglos de numeración monástica

Codex Vigilanus Primeros Numeros Arabigos

Y no era fácil. Sobre todo, porque (aunque no está muy claro quién los inventó) junto con la rueda y los cacahuetes fritos con miel, los números arábigos han sido una de las ideas más importantes y exitosas de la humanidad. Un sistema que, desde el siglo VII, ha sido capaz de sustituir la mayoría de sistemas numéricos del mundo y convertirse casi en hegemónico.

Las antiguas numeraciones sobreviven como vestigios dedicados a los números cardinales o parte de alfabetos encaminados directamente al olvido. Sin embargo, en el siglo XIII, Europa aún no se había rendido del todo a estos maravillosos números de origen indio.

Y digo “del todo” porque, aunque, finales del siglo IX, el monje riojano Vigila los incluyó el Codex Albeldensis, su enorme compendio ilustrado de historia, geografía y cultura de la España de la época, la adopción fue más lenta de lo razonable y hasta bien entrado el siglo XV muchos países los ignoraban de manera (casi) deliberada.

De ahí que John Basing tuviera la necesidad de encontrar una notación numérica más sencilla que los números romanos (o griegos). Su primera idea fue utilizar una línea vertical para marcar a la izquierda las unidades y a la derecha, las decenas. Quizás la forma más sencilla de entender sea verlo dibujado:

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De esta forma, tenía una manera sencilla y rápida de escribir todos los números del 1 al 99.

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Era un sistema curioso, pero rápidamente se quedó pequeño. No hay que olvidar que la orden cistercense del siglo XIII tenía 694 monasterios masculinos y casi 800 femeninas. Es fácil de entender que el mero uso de este sistema numérico por una red de monjes de este tamaño requería más de 99 cifras.

Con el tiempo, los bernardos empezaron a usar cuatro sectores en lugar de dos. Las unidades se marcaban en la parte superior derecha del eje; las decenas, en la superior izquierda; las centenas, inferior derecha; y los millares, en la inferior izquierda.

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Con este pequeño cambio añadían complejidad al sistema, sí; pero aumentaban la capacidad de tan forma que se pueden escribir desde el 1 hasta el 9.999.

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En 2001, David A. King publicó un libro tremendamente completo sobre este sistema de numeración y, aunque exagera a veces su importancia histórica, es un viaje alucinante por las formas que los viejos europeos inventaron para numerar las cosas del cielo y de la tierra.

Hoy por hoy, puede ser un juego divertido para los niños de la casa, pero qué fascinante es la historia de la tecnología.

Imágenes | David A. King


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Xataka

por
Javier Jiménez

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