‘High Score’: Netflix estrena un documental sobre los orígenes de los videojuegos que, pese a su estilo resultón, acaba siendo insuficiente

'High Score': Netflix estrena un documental sobre los orígenes de los videojuegos que, pese a su estilo resultón, acaba siendo insuficiente

La serie documental ‘High Score‘, recién estrenada en Netflix, está llamada, pese a su naturaleza aparentemente inocua, a despertar cierta polémica. Sus virtudes y sus problemas son tan obvios e innegables que cada espectador deberá valorar qué esperar de un documental sobre videojuegos, específicamente sobre sus orígenes. Y aún así, es poco posible que hasta el más arisco de los críticos y el más complaciente de los fanboys no concedan a ‘High Score’ que, como mínimo, se ha metido en un fregado considerable.

El principal y más obvio de sus problemas, del que se derivan todos los demás, es que en seis episodios de menos de 50 minutos cada uno es imposible abarcar toda la historia del videojuego. Sus episodios son levemente temáticos, a veces tratan acerca de momentos históricos (los pioneros, el tsunami Nintendo a principios de los ochenta, la guerra Nintendo-Sega), a veces de cuestiones técnicas (las 3D), a veces de géneros (juegos de rol, juegos de lucha). Solo leyendo la temática de cada uno, el jugador mínimamente avezado -y no hace falta ser un experto en el medio-, detectará lagunas.

Los juegos de conducción, de estrategia, o las videoaventuras clásicas, los videojuegos de países que no son Estados Unidos o Japón, la industria no mainstream, los clásicos del arcade antes de ‘Street Fighter II‘, las decenas de consolas de éxito que no son las dos o tres de siempre, el juego portátil existente desde los tiempos de las Game & Watch… estamos de acuerdo en que fenómenos recientes como el estallido de internet para el juego online (algo se apunta al hablar de ‘DOOM’) o fenómenos como ‘Minecraft‘ o ‘Fortnite‘ pueden quedar fuera del campo de estudio de la serie si se quiere hablar solo de juegos clásicos (aunque no se debería si se pretende hablar de juegos que han abierto nuevas vías para el medio), pero es que la serie no menciona ni la primera Playstation. Ni, por supuesto, ninguna consola de las que llegaron después.

Y eso es solo en la superficie: si nos adentramos en cada uno de los episodios, los espacios sin tratar son clamorosos. En el capítulo de juegos de lucha se habla de ‘Street Fighter II’ y ‘Mortal Kombat’, sí, pero no de sus sucesores ni de los orígenes del género. Y en el de los RPG, se explican solo los primeros pasos de la saga ‘Ultima’, cómo la pionera Roberta Williams creó su primer juego y unos apuntes sobre ‘Final Fantasy’. No es ya que cada capítulo deje nombres esenciales sin mencionar, es que cada uno de los episodios es un puñado de breves disparos al aire que impiden que el espectador se haga una visión no ya completa, sino meramente global del tema.

‘High Score’: la parte buena

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¿Dónde está lo positivo en esta nueva serie documental, entonces? Precisamente en su casi declarado posicionamiento en contra del completismo. ‘High Score’ simplemente quiere lanzar al espectador un puñado de retratos, de instantes inconexos de la larga historia de los videojuegos, para ilustrar la gran variedad de caracteres, géneros y momentos que la pueblan. En ese sentido, sin buscarle una utilidad más allá de “(la mayoría de) estas personas son muy importantes para el medio”, la producción funciona.

Y funciona porque, salvo un par de creadores o jugadores que no tienen interés más allá del folclore del marketing, la mayoría de los bustos parlantes tienen cosas que contar y lo hacen con gracia. Es verdad que la serie insiste una y otra vez en hablar de los campeones de torneos de videojuegos de los ochenta y los noventa, en historias que no revisten demasiado interés -salvo la de Rebecca Heineman, primera campeona de una competición de videojuegos a nivel nacional en 1981, y, significativamente, cofundadora del mítico estudio Interplay-, pero hay genuinos pioneros entre los invitados, y se agradece que compartan de dónde sacaban sus ideas o con qué técnicas lo hacían.

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A nivel fetichista, ‘High Score’ brinda regalos a los fans de la cultura retro en prácticamente todos los episodios: principalmente, un sinfín de documentos directamente traidos del pasado, desde grabaciones extrañas para televisión y anuncios no muy vistos a imágenes en movimiento de algunos videojuegos poco conocidos. Parte de este material es mostrado por sus propios autores, como los diseños originales de los extraterrestres de ‘Space Invaders’ de Tomohiro Nishikado, la planificación de ‘Sonic the Hedgehog’ de Naoto Ohshima o los bocetos de demonios para ‘DOOM’ de John Romero.

El enfoque del documental es a veces demasiado complaciente con las historias que cuentan sus protagonistas, que pecan de ser demasiado generosos con sus propias mitologías. Cuando el creador de ‘Street Fighter II’ habla de su juego como el primer videojuego que permitió el enfrentamiento entre dos jugadores, o Romero dice que ‘Wolfenstein 3D’ fue el primer juego en tres dimensiones reales, nadie se encarga de matizar sus palabras, aunque sea a modo de comentario al pie. Es lógico: muchos de estos diseñadores (especialmente los norteamericanos) son también vendedores profesionales de lo suyo, y tienden a exagerar. Pero un documental no debería asentir y callar.

‘High Score’ es un regalo sin pretensiones para los interesados, más que en la historia o los resortes secretos del medio, en su estética y sus anécdotas. Sabe que al material que trata se le puede sacar brillo sin esfuerzo, como demuestran los interludios animados o el irónico arranque de la serie, nada menos que con la historia del desastroso ‘ET the Extraterrestrial’ para Atari. ‘High Score’ aprovecha sus bazas, pero cae a menudo en sus propias trampas, dejando fuera de sus historias a demasiados nombres propios (ejemplo obvio: John Carmack y Ed Boon, el 50% de ‘Doom’ y ‘Mortal Kombat’ respectivamente, son mencionados de pasada, y toda la atención la reciben John Romero y John Tobias… ¿por qué? ¿porque estaban más a mano?).

Aunque la sensación de oportunidad perdida persiste al final de cada capítulo, es justo reconocer los esfuerzos de ‘High Score’. Por ejemplo, cuenta la fascinante y emotiva historia de Jerry Lawson, afroamericano que diseñó la Fairchild Channel F y, con ella, literalmente inventó el juego en cartucho, es decir, las máquinas que ejecutaban distintos videojuegos. Una revolución genuina, más allá de ganar un torneo de ‘Sonic’ de los noventa, y muy pocas veces contada con detalle. Son estos momentos, cuando se centra en ellos, los que hacen que ‘High Score’ gane enteros (o, por ejemplo, con el nacimiento de ‘Ms. Pac-Man’ como un hack de ‘Pac-Man’ o la historia del RPG activista desaparecido durante años ‘GayBlade’). Pero por desgracia, seis episodios después, queda aún demasiado por contar.


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John Tones

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