La “arquitectura ecológica” ya surgió en la España de los 80: l’Espai Verd, un modelo habitacional basado en la ecología

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Nos gusta hacernos eco de propuestas tan llamativas como la de aquel edificio que respira o la llamativa torre de Taipei, pero las propuestas arquitectónicas “ecológicas” o que al menos tienen cierta base de espacio verde aunque sean viviendas existen desde hace décadas. Y justo con este nombre, Espai Verd, se alza una de estas construcciones, siendo representativa de una de las áreas de Valencia (España).

Situado en Benimaclet, uno de los barrios o distritos al noreste de la ciudad levantina, el edificio irrumpe en la escena con una arquitectura muy llamativa y, sobre todo, invadido de verde por todos lados como su nombre indica. En plena explosión de la burbuja inmobiliaria construcción en ese país, cuando la tendencia era crear viviendas más bien estándar (y aprovechar el espacio), llegaba una propuesta que defendía más bien lo contrario: espacio de sobra, formas imposibles y que las plantas asomasen.


Un continuo vegetal para unirlas a todas (las viviendas)

El germen de la idea fue de Antonio Cortés Ferrando, el arquitecto alicantino encargado de diseñar un espacio de viviendas distinto, irreverente y construido a través de cooperativas, de modo que las decisiones se reparten entre los que serán los futuros habitantes. Lo que proponía Cortés era “un sueño de juventud”, como trasladaron en la revista Arquitectural Digest, lejos de las viviendas urbanas en edificios tradicionales que se alzaban en la cuidad a medida que ésta triplicaba su población en el siglo XX (según datos del INE), de hecho Benimaclet era inicialmente un municipio independiente que Valencia fagocitó en el s. XIX como otros.

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Se alejaba así de las visiones académicas más conservadoras y era una propuesta avanzada a su tiempo a nivel de soluciones tipológicas. La idea: crear una “ciudad compacta” más que un edificio residencial, una construcción ajardinada que sirviese de transición entre Benimaclet y l’Horta Nord (la “huerta norte”, la comarca al norte donde son características grandes extensiones de cultivo y mucho verde), con diferentes hábitats e incluso un montículo interno con pinos.

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Para dar vida a ese continuo vegetal que iba a invadir las estructuras del edificio y para tener la mejor orientación, requería girar el edificio 45 grados con respecto a la trama urbana (y eso tampoco gustó nada)

Esto se traducía en una edificación voluminosa que, para dar vida a ese continuo vegetal que iba a invadir las estructuras del edificio y para tener la mejor orientación, requería girarlo 45 grados con respecto a la trama urbana (lo cual tampoco gustó nada en ese momento), de modo que así tendría un correcto soleamiento de la fachada. En total son unos 21.000 kilómetros cuadrados construidos en vertical.

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De hecho, para la construcción se tenía que tener en cuenta la cantidad de vegetación y el desafío que eso suponía en la estructura por el peso de la tierra. Algo que motivó la creación de un software a la carta llamado “Programa de Cálculo Experto”, con la capacidad de realizar los cálculos necesarios para determinar las elevadas cargas a las que estaría sometida la estructura, organizada en una retícula cuadrada en la que los pilares tienen un grosor de entre 40 y 70 centímetros.

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La estructura de un edificio avanzado a su tiempo

L’Espai Verd se compone de un total de 108 viviendas, que no se distribuyen de forma lineal sino que lo hacen de manera escalonada según la orificación de las mismas dentro de la parcela. Las plantas existen según de qué parte del edificio se trate, habiendo cinco plantas en la parte sur y quince en la norte, algo que como cabe pensar no fue casual y que se debe a que de este modo el edificio queda como algo intermedio entre las viviendas más bajas de la periferia y los edificios más altos del centro.

Las viviendas tienen ventilación cruzada, independientemente de que sean de planta única, dúplex o tríplex, así como 95 metros cuadrados de espacio verde privado en terrazas. Dos puntos que formaron parte de las necesidades comunes a las que aspiraban los cooperativistas.

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Recientemente tuvimos la oportunidad de visitar este edificio por dentro y la verdad es que el apelativo de “arquitectura brutalista” es totalmente descriptivo: impresiona mucho pasear por esas estructuras de hormigón y la mezcla entre esos grandes bloques y la invasión de las jardineras es muy curiosa. Y hablando de esta rama arquitectónica, el edificio fue reconocido por la iniciativa europea #SOSBrutalism como una de las joyas arquitectónicas de ese estilo.

La visita tuvo lugar gracias a la iniciativa Open House Valencia y fue bastante especial teniendo en cuenta de que se trata de un complejo residencial y no de un edificio público (de hecho, el resto fueron canceladas por petición de los residentes). También la hizo especial el hecho de que el mismo Antonio Cortés Ferrando iniciara la visita hablando en primera persona de lo que supuso para él la realización de este edificio, enfatizando su misticismo y explicando que eso también lo trasladó a la construcción, como contaba también en JotDown (de hecho, hay un pequeño espacio para la oración y meditación en el complejo llamado oratorio interreligioso).

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En el interior del edificio, en la parte central que no tiene viviendas, hay una gran fuente que ayuda a mantener el clima húmedo en la estancia, con un estanque con peces que se sitúa en la entrada principal dando paso a este espacio interior central. Ahí también hay un panel que recoge algunas especies de pájaros y que ha ido confeccionando el vecindario, explicando Cortés que en el Espai Verd tienen “su propia fauna”.

“En Espai Verd existe una fauna propia, hasta tenemos cernícalos que no se ven casi en otras zonas próximas de la capital” Antonio Cortés Ferrando, arquitecto

Las plantas están conectadas unas con otras creándose así una especie de calles que se encadenan a las columnas y entre las que se intercalan las jardineras. Nos explicaron que, según Cortés, dando cuatro vueltas a la estructura recorremos un kilómetro, así que en cierto modo representa también una pista por la que pasar.

Pensando en un futuro en el que la conectividad sería básica, todas las viviendas fueron ya acondicionadas con una red de banda ancha

Pensando además en un futuro en el que la conectividad sería básica, todas las viviendas fueron ya acondicionadas con una red de banda ancha (hablamos de principios de los 90, cuando “lo de internet” aún quedaba lejos de ser algo normal en un hogar medio). De hecho, explicaba el arquitecto que tenía claro que en el futuro el trabajo desde casa sería habitual y construyó un estudio con acceso independiente en cada vivienda pensando en el trabajo desde casa (y qué envidia).

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Como curiosidad en relación a la sostenibilidad y al aprovechamiento, para la construcción se reutilizó la tierra que se extrajo para la construcción del parking. Además, en el edificio se instaló un sistema de recogida de basuras que permite que desde cada vivienda se puedan echar los residuos directamente al cuarto de contenedores.

Otra, en relación a la pasión que el arquitecto tiene por la tecnología, la cuentan también en JotDown y nos la explicaron en la visita. Cortés fue una de las primeras personas en hablar de inteligencia artificial en España y compró uno de los primeros ordenadores mainframe, que según el arquitecto en ese momento costaba “como tres viviendas de la época”. Con él fue con el que pudo crear el software que hemos comentado antes y que posteriormente se usó para otros edificios que lo demandaron.

Tecnología, sostenibilidad y ecologismo

Ideada por él en los años 80, fue como decíamos pionera en sostenibilidad, ecologismo y tecnología. Explicaba el arquitecto que se inspiró en obras como el complejo residencial Habitat’67 de Moshe Safdie en Montreal, Walden 7 de Ricardo Bofill en San Just Desvern, todas ellas obras brutalistas, así como en arquitectos como Le Corbusier.

Explicaba en la publicación también Juan Serra, yerno de Cortés y profesor de Expresión Gráfica Arquitectónica de la Universitat Politécnica de València (UPV), que son tres los componentes que definen esta obra: “el humanista, el tecnológico y el ecológico”, englobando así el componente de la vegetación, la convivencia y esa necesaria innovación informática que en su momento requirió.

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L’Espai Verd fue construido en cuatro fases en parte por la complejidad y la magnitud de la obra. Las dos primeras terminaron en el año 1992, la tercera y cuarta en el año 1994. Ahora, 25 años después de eso, el edificio sigue sorprendiendo por cómo se erige entre los campos de cultivo, el campus universitario y el núcleo urbano de la ciudad, y como dice su creador, siendo todos sus habitantes jardineros.

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La “arquitectura ecológica” ya surgió en la España de los 80: l’Espai Verd, un modelo habitacional basado en la ecología

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por
Anna Martí

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