El dinosaurio “parlanchín”: una nueva especie descubierta en México tenía una “trompeta interna” y lucía colores muy vistosos, según unos paleontólogos
Antes de que el meteorito lo cambiase todo hace unos 65 millones de años, la vida se había hecho ya muchos caminos de diversas formas y aún estamos descubriendo especies de aquel momento (pensando que tampoco conocemos todas las actuales, es algo lógico). La última la han detectado unos investigadores mexicanos y, al parecer, se trata de algo así como un dinosaurio “parlanchín”.
No, Spielberg, aquí no tienes material para un ‘Parque Jurásico’ live-action a lo ‘El Rey León’ (no, por favor). Con lo de “parlanchín” nos referimos a los indicios de que esta nueva especie sería particularmente habladora o platicadora, tal y como describen los peleontólogos. Algo que se deduce por los huesos encontrados, muy bien conservados, y la anatomía que se intuye a partir de ellos.
Una especie que anunciaría su llegada con fanfarrias
En el comunicado explican que un grupo de paleontólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la institución de la Secretaría de Cultura y de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) pudieron recuperar y estudiar un espécimen de un dinosaurio herbívoro que, pese a haber muerto hace unos 72 ó 73 millones de años, se conservaba bastante bien (posiblemente por haber quedado cubierto de sedimentos con relativa rapidez, formándose así una especie de sarcófago natural). Tras estudiarlo a fondo, la conclusión es que se tratan de una nueva especie: el Tlatolophus galorum.
Si sois algo conocedores de las especies que solemos ver en libros, juguetes y películas sobre dinosaurios, quizás el nombre os suene un poco, sobre todo la terminación del género (Tlatolophus). “Lophus” significa cresta en latín, de ahí parte del nombre del Parasaurolophus, saurio herbívoro mainstream donde los haya, y en este caso se vio también una cresta.
No obstante, tal y como explican, la nariz y la cresta, aunque parecidas a las que muestran los parasaurolofinos, no se correspondían con las formas y proporciones de un Parasaurolophus. Mientras que la de un Parasaurolophus tiene forma tubular, la del T. galorum tiene forma de gota, aunque se ha descrito como un dinosaurio de esta tribu del Cretácico superior.
De hecho, llegaron a pensar que esto era parte de la pelvis, pero finalmente vieron que era parte del cráneo. Esta cresta (que mide 1,32 metros, ojo ahí) se encontró con otros huesos craneales como el paladar, las mandíbulas e incluso lo que conforma la cavidad para alojar el cerebro (neurocráneo). Lo que según los paleontólogos es aproximadamente el 80% del cráneo.
De este modo, compararlo con otros dinosaurios del grupo fue un poco más fácil, viendo que con respecto al Velafrons coahuilensis (otro hadrosaurio encontrado en la región, con una cresta más compacta y no en forma de tubo como el Parasaurolophus) había diferencias en la cresta y la nariz, ubicándolo más cercano a la tribu de los parasaurolofinos. Pero como decíamos, tampoco encajaba en uno ya conocido, de manera que concluyeron que era un nuevo género de dinosaurio crestado.
Los estudios previos ya achacan funciones comunicativas a esta cresta por los conductos internos y las conexiones a la nariz, describiéndolo como una “trompeta integrada“. Ángel Alejandro Ramírez Velasco, doctorando en el Instituto de Geología de la UNAM, explica además que saben que disponían de unos oídos con capacidad de recibir sonidos de baja frecuencia, por lo que “debieron ser dinosaurios pacíficos, pero platicadores”. Les encaja que fuesen de colores vistosos, tal y como han mostrado en las ilustraciones, por las teorías que fundamentan que emitirían sonidos fuertes para espantar a carnívoros o con fines de reproducción.
Todo empezó por una cola
Así, el nombre del nuevo género viene precisamente de la alusión a esta supuesta habilidad parlanchina y a la cresta, como decíamos. La primera parte de Tlatolophus viene de la voz nahua tlahtolli (palabra), por lo que literalmente su traducción es “palabra cresta”. La especie, galorum, viene de un homenaje a dos actores: “ga” por el filántropo Jesús Garza Arocha y “lorum” por el reconocimiento del apoyo recibido por la familia López, que colaboró con hospedaje, alimentación y otras facilidades al equipo de paleontólogos.
Con respecto al descubrimiento, explica Ramírez que en principio no esperaban hallar restos de la parte superior del animal, y que fue una sorpresa empezar a encontrar huesos como la escápula (omóplato) o el fémur). Se partió del descubrimiento de na cola articulada de hadrosaurio en General Cepeda, Coahuila (México), priorizando extraer el esqueleto de manera rigurosa para evitar la erosión que seguiría sufriendo por el viento, la lluvia y otros agentes.
Los investigadores aprovechan para destacar la excepcionalidad del hallazgo (por la scondiciones de conservación) y la importancia de que se notifique cuanto antes si se da con un posible fósil, de manera que se pueda estudiar evitando en la medida de lo posible que se desgaste (y sobre todo no intentar extraerlo, matizan).
Al fin y al cabo, ya no sólo es que se pueden descubrir especies nuevas, es que se sigue sabiendo sobre las ya muy conocidas o bien de las condiciones del momento (o las relaciones entre las especies). Se puede llegar a conservar el contenido del estómago, que da pistas sobre la alimentación e incluso su fisiología, aunque también es verdad que a veces los fósiles pueden encontrarse en un cajón.
Imagen | Luis V. Rey
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El dinosaurio “parlanchín”: una nueva especie descubierta en México tenía una “trompeta interna” y lucía colores muy vistosos, según unos paleontólogos
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Anna Martí
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