Brandon Sanderson destripa el Cosmere, su técnica narrativa, que incluye una hoja de Excel, y el momento que lo convirtió en escritor
El secreto fue… ser mediocre. Hay mucho más, evidentemente, pero lo deja a uno boquiabierto que ese gigante de la fantasía épica llamado Brandon Sanderson diga algo semejante. Ser mediocre; ni más, ni menos. Ser mediocre para llegar al autor que arrasó, por segunda vez, en el Celsius 232, la cita nacional del fantástico, en todas sus vertientes y avenidas artísticas, que se celebra, año a año, en Avilés (Asturias, España).
El mediocre Sanderson batió récords de colas. Hasta el punto de que, pasada la medianoche, mientras los autores del fantástico español refrescábamos el gaznate con mojitos en el Plazas Bar (a tiro de piedra de la Casa de la Cultura donde se celebra el festival), escuchamos, de sopetón, una tremenda ovación nocturna. Era el vítor de los fans porque su héroe había logrado firmar el último volumen después de cuatro horas maratonianas de rúbricas.
Aprovechando que la organización, de la que formo parte, siempre me ha tratado excelentemente, pude tener un raro privilegio. Una hora con Brandon Sanderson, los dos a solas, el domingo, justo después de que hubiera acudido a misa. En el NH de Avilés, sentados en esa agradable salita que hay a la derecha de recepción, nos miramos cara a cara y frikeamos de lo lindo. Que si las gemas de Marvel, los universos compartidos y los videojuegos. Que si los planes locamente ambiciosos que tiene para el Cosmere.
Pero también, de tanto en tanto, cuestiones serias, como la religión, la política y ese tétrico bufón que domina Estados Unidos. Sanderson es, sé que es chiste fácil, un libro abierto. No se guarda nada; no se esconde o finta una pregunta compleja; y es valiente al definir lo que defiende y lo que no. Para descubrirlo, te toca leer este largo reportaje entrevista en el que no dejamos asunto por tocar con una de las firmas más cotizadas del fantástico mundial, cuyo universo, más luminoso y optimista que el de sus coetáneos, no ha hecho más que empezar su ambiciosísima expansión.
De la mano de Sanderson, zarpamos cara el Cosmere, cara esos mundos imbuidos por los pedazos de un ser supremo, Adonalsium, que viven sus miserias y glorias ajenos a la existencia de los otros, sin saber que un día, tal vez más cercano de lo que parece, los unos se cruzarán con los otros.
Los dragones de Miss Reader
A la letra D, de otra época romántica, le debe Brandon Sanderson su amor por la fantasía. Empezó muy tarde, a los 14; no era ni siquiera un lector habitual. Su profesora, “Miss Reader, de verdad se llamaba así [sonríe]”, intentó estimular su imaginación proponiéndole leer una novela de fantasía.
Sanderson, previamente, había fracasado con ‘El Señor de los Anillos’. “Me había leído ‘El Hobbit’, pero ‘El Señor…’ se me hacía demasiado difícil. Cuando no eres un buen lector, te atascas en el lenguaje sofisticado de Tolkien. Creo que me quedé en las Quebradas de los Túmulos; en fin, lo dejé y no volví a leer”. Pero Miss Reader estaba convencida de que en Sanderson habitaba un lector voraz, al que solo había que darle el bocado adecuado.
Ese bocado resultó ser ‘Vencer al Dragón’, de Barbara Hambly.
Vencer al dragón (Sin límites)
“Me da mucha pena que se lo haya olvidado; creo que es uno de los mejores del fantástico de todos los tiempos. En cualquier caso, sea porque me pilló en el momento adecuado, o que estaba más maduro, lo amé [con énfasis]. Nunca me había encontrado con algo tan mágico”, resume Sanderson. Como era (y es) persona metódica, Sanderson se dedicó a recorrer la letra D buscando dragones. Y los encontró.
Brandon Sanderson. Hay que recordar que hablamos de la Era Oscura, antes de Internet, donde manejábamos fichas para rebuscar en el catálogo de las librerías.
Xataka. O la Era Romántica.
BS. La Era Romántica… Es una buena manera de llamarla. El caso es que me encontré que el siguiente libro a ‘Vencer al Dragón’ era ‘El vuelo del dragón’, de Anne McCaffrey, otro de los grandes clásicos de todos los tiempos. De Anne devoré todo lo que escribió. Y me transformé en un gigantesco fan de la fantasía. Creo que el siguiente libro en la lista era ‘El príncipe dragón’, de Melanie Rawn.
Xataka. Estabas atascado con dragones [risas].
BS. Hay peores cosas con las que quedarse atascado [risas]. El caso es que todas ellas [en sus títulos originales: ‘Dragonbane’, ‘Dragonflight’ y ‘Dragon Prince’] tenían al mismo ilustrador, Michael Whalen. Al que convencí para que fuera el portadista de mi ‘Archivo de las tormentas’.
Xataka. Bonita historia.
Hasta aquí el Sanderson protoescritor, o, mejor dicho, el Sanderson lector, el que devoró, tardíamente, dragones, hechizos y nigromantes. Pocos años después, se iniciaría la primera etapa clave. El Sanderson amateur. El Sanderson mediocre.
Mediocre, a mucha honra
BS. No me gusta hablar de mis compañeros. Pero, tal vez, lo que me ha permitido no tener ese bloqueo del escritor que han padecido otros, es que empecé siendo mediocre, lo contrario que Pat [Patrick Rothfuss] que ya tuvo un enorme éxito en su primera novela; aunque sé todo el trabajo y revisiones que le puso. Cuando publiqué mi primera novela, ‘Elantris’, era la sexta que había escrito y desde entonces ya tenía 13. Eso ayudó. Eso y que tal vez soporto mejor que ellos la presión de Internet porque mi camino hacia la fama fue más suave, no con un gran bombazo, si no de manera mucho más gradual.”
Era una pregunta compleja, pero Sanderson no se arrugó al responderla. ¿Por qué el no falla cuando los otros dos grandes de la fantasía épica presente, Martin y Rothfuss, viven un auténtico Gólgota para terminar sus obras que está exasperando a sus fans? ¿Por qué Sanderson acude puntual a su cita con los múltiples universos que bailotea entre sus dedos de trilero?
El imperio final (Nacidos de la bruma [Mistborn] 1)
La respuesta para él está clara: ser mediocre. Haber empezado de abajo a arriba, sin desmoralizarse. Y eso que en su familia no lo veían nada claro. “Amo a mi madre, pero ella tiene un espíritu muy práctico y no veía futuro en esa carrera; es contable. Mi familia me decía que mejor hacerme médico, que los médicos ganan mucho dinero”.
Sanderson se probó en esta primera etapa adolescente con relatos y una novela, que jamás llegó a terminar. Luego llegó el momento de elegir carrera universitaria; eligió química. Y la etapa crucial, que hace de este capítulo un breve eslabón hacia el siguiente momento que lo hizo un profesional de la escritura, empieza como una aventura: Sanderson, mormón, decidió viajar a Corea del Sur como misionero.
Allí, a los 19 años, aprendería las grandes lecciones vitales de su vida. Y se forjaría definitivamente como escritor.
Cristo era un gran Buda
La anécdota la narra, por primera vez, en el prólogo del tebeo de ‘Arena Blanca’, otra cuenta más en el collar del Cosmere. Textualmente, dice así:
“Hace unos veinte años, me senté en la parte trasera de un bus en Corea del Sur, anotando en una libreta el bosquejo de un mundo. Por entonces, era una persona muy diferente. Nunca había terminado una novela, y los únicos relatos que había escrito eran pastiches terribles. Pero sí sabía que amaba escribir. Había algo sobre la creación, la historia, la cruda invención de algo desde la nada que me cautivaba […]. Aunque no tenía mucho tiempo durante mi estancia como misionero en Corea, juguetee con esta idea intensamente que en un momento dado llamé ‘Arena Blanca'”.
Arena blanca (Nova)
El Brandon Sanderson de ahora, el que habla conmigo desde esa silla de respaldo alto en el Celsius, inclinado hacia delante, con entusiasmo, rememora detalles sobre qué sentía en ese bus coreano.
BS. Me sentía solo. Pero fue bueno; muy bueno. Está muy bien coger a un chaval yanqui, que no tenía a su alrededor demasiada variedad de lenguas y culturas, y ponerlo en otro país para sumergirlo en una cultura ajena. Para ser él la minoría. A la vez, me sentía solo, y echaba de menos escribir. Así que bosquejé este planeta, bajo un sol binario, que se convertiría en ‘Arena Blanca’. Como misionero, tenías un día libre a la semana. Mis amigos lo usaban para jugar al baloncesto. Yo me los pasaba escribiendo.
Se puede decir que el Cosmere nació en Corea del Sur, con ese Sanderson desubicado, jovenzuelo, ansioso por hallar el Grial de la creación que se pasó dos años de misionero en el país asiático. Se puede decir también que el otro Cosmere, el que no es mitología, el que es personas concretas —Kaladin, Kelsier, Taldain, Raoden o el misterioso Hoyd— con sus deseos, sueños, flaquezas y costumbres, también nació aquí.
Hubo una conversación esencial que separó al Sanderson mormón de hacer proselitismo de su religión y punto de vista espiritual y lo convirtió en alguien preocupado por reflejar la infinidad de perspectivas humanas; que lo convenció de poblar sus mundos de diversidad en el género, la espiritualidad y las razas; ¡al punto de que hay gente que cree que es ateo! Ese momento esencial lo vivió con un monje budista.
BS. Es que son los mejores, tío, los mejores [los monjes budistas]. Como misionero en Corea, siempre querías hablar con los budistas. Recuerdo una anciana que nos dio cobijo y un té de miel estupendo. El caso es que nos dijo: “Quiero escucharos, ¿qué hacéis”. Y eso es exactamente lo que quieres que alguien te diga como misionero; que alguien quiera escuchar por qué estás aquí. Así que le contamos sobre nuestra iglesia y credo y al terminar nos dijo: “Es todo maravilloso. Jesuscristo era un gran Buda”. Y yo le contesté: “¡Lo fue!” En ese momento todo mi viaje allí cobró sentido.
A la vuelta de Corea, Sanderson cambió radicalmente. Defenestró su carrera como químico y se cambió a literatura. Comenzó a escribir furiosamente. Y asumió una verdad sobre sí mismo en la que necesitaría trabajar como Hércules para sobreponerse a ella: “Era un escritor terrible. Estaba convencido. Desde un punto de vista de la artesanía, estaba muy por detrás que cualquier otro de mi generación. Había que trabajar”.
Ese trabajo adquirió una forma muy concreta, gracias a un consejo que leyó (ha olvidado quién era el autor) en Internet: tus cinco primeras novelas van a ser malas; así que escríbelas cuanto antes. Sanderson se buscó un trabajo adecuado para su objetivo: recepcionista en el Best Western CottonTree Inn de Provo (Utah), en turno de noche. “Empezaba a las 11 p.m. y acababa a las 7.00 a.m. De medianoche a las 6.00 a.m., nadie me molestaba, así que tenía seis horas para escribir. Me las llevaba [las novelas] en un disquete flexible del ordenador de recepción y volvía a trabajar, la noche siguiente, en ellas”.
Elantris (edición décimo aniversario: versión definitiva del autor) (Nova)
No se quedó la cosa en cinco. Brandon Sanderson escribió trece novelas, sin mirar atrás, durante nueve años; de sus veintiún a sus treinta. El 21 de abril de 2005, hubo premio: la mítica Tor Boks publicaba ‘Elantris’, la primera del Cosmere; la sexta que había escrito. El resto, es historia.
Antes de pasar al siguiente apartado, una breve pero interesante coda sobre el hecho de elegir cambiar su carrera a Literatura:
BS. Stephen King recomienda que te gradúes en cualquier cosa que no sea literatura, porque así lo aprendido enriquecerá tu escritura y te dará temas. Pero hay una ventaja de hacer literatura, sobre todo si eras un escritor tan malo como yo. Que parte de tu oficio personal y académico se entremezclan, enriqueciéndose recíprocamente y ayudándote a perfeccionarte.
La tortuga que gana a la liebre
“No, no soy rápido. La gente cree que lo soy. Pero no soy rápido; soy consistente”.
Voy a hacer un pequeño paréntesis personal, porque la entrevista llegó a un punto de complicidad muy dulce a estas alturas. Brandon (dejadme llamarlo así solo una vez, como si fuéramos colegas) y yo habíamos leído y admirábamos el mismo libro para forjarse como profesional de la escritura: ‘Mientras Escribo’ de Stephen King. Yo lo leí a los 17 años. Ese mismo año, trabajando duro y siguiendo la receta de las 2.000 palabras al día de Stephen King, empecé a publicar como profesional. Es decir, que te paguen (algo) por escribir.
Tres años después (noviembre de 2005, a mis 21), era editor de contenidos en Scifiworld, la tercera pata de esos cien bellos números, algo agridulces, que dejó la revista entre el fándom. Y en paralelo gané concursos y publiqué relatos en mis primeras antologías en papel. Porque lo de King era una bofetada en toda regla al escritor wanabe que Sanderson resume magistralmente: “Es el libro que tienes que leerte si quieres ser escritor”. Escritor profesional, se entiende.
Esas 2.000 palabras al día juegan un papel esencial en entender cómo es posible que Sanderson, a sus 43, haya escrito tanto. Un año tiene 365 o 366 días. Si uno escribe, durante todos los días, 2.000 palabras, lo que saca al año son… 730.000 los normales y 732.000 los bisiestos. Eso, en términos muy concretos, es casi escribirse dos veces ‘El Señor de los Anillos’. O cuatro veces el primer tomo de ‘Canción de Hielo y Fuego’, ‘Juego de Tronos’.
Sanderson tiene un método y nos ha contado cuál es. Una hoja de Excel, que rellena diligentemente todos los días. En ella anota cuántas palabras va escribiendo día a día; escribe de lunes a viernes, tomándose el fin de semana libre. Esto le permite, como él mismo explica, dos cosas: “Intento estar entre las 2.500 y 3.000 palabras al día; grosso modo. “Pero no pasa nada si un día no llego; eso sí, lo registro. Así sé a la velocidad a la que me estoy moviendo, por tanto, cuánto me va a llevar terminar el libro y así le puedo comunicar a los fans cuándo pueden esperar el próximo”. Es decir, que Sanderson sabe, con una precisión más que aceptable, cuándo va a lanzar su siguiente obra. Y que lo sepa él permite que lo sepan los demás.
Y complementa esta explicación con otra que la matiza y que es, francamente, magistral:
BS. “Escribir es un arte. Hay cosas que no se pueden forzar. Pero lo que sí puedes hacerte es crearte un entorno y un método que te aliente a ser consistente. Ser consistente es la clave de todo. Ser capaz de escribir bien cuando no te apetece. De hecho, y esto es una verdad que todos los escritores conocemos, el lector, en el libro final pulido, no sabe distinguir entre aquellas escenas con las que luchaste y aquellas que fueron un paseo. Es más, cuando escribes rápido a veces escribes tu mejor prosa, porque estás en la zona [teoría psicológica del flow, tan usada en videojuegos] y todo va como la seda”.
Si uno tiene curiosidad, mecánicamente, por ver cómo escribe Brandon Sanderson, hay pruebas visuales de ello.
Dentro video.
Como se puede ver, Sanderson no miente. No escribe rápido.
La magia del pulido
Xataka. Hay algo en lo que creo que los escritores anglosajones nos machacáis a los españoles, por ejemplo. Y creo que en general al resto del mundo.
BS. ¿Sí?
Xataka. Sí. No es la imaginación, porque eso depende de cada persona. Es el pulido. El tiempo que le dedicáis a revisar borrador a borrador para que lo que llegue a las librerías esté perfecto y eso, pulido. Es algo que he preguntado a muchos colegas y que veo que carecemos, en general, en nuestro país. Autores, editores y lectores profesionales que trabajen muy intensamente en la revisión del texto. Así que quiero que detalles todo lo que puedas tu proceso de pulido.
Vaya si lo detalló. Se tiró diez minutos de master class, a corazón abierto, sobre cómo él y su extenso equipo revisan esa magia que tocamos en Nova con asiduidad. Pero antes, con ese perfil tan pedagógico que tiene, Sanderson enmarcó la cuestión en una cita que merece ser textual.
BS. Casi al empezar mi carrera [como escritor profesional], me di cuenta de que los mejores escritores son también los mejores revisores. Que ese esfuerzo extra es lo que separa a los buenos de los maestros. Pongo por ejemplo a un autor que es, además, amigo mío, y que sigo creyendo a fecha de hoy que escribe historias realmente geniales, Dan Welles. Mi primer borrador era siempre mejor que los de Dan. Pero en la versión final siempre me superaba. Hay un cierto nivel de pulido que debe alcanzarse.
Vayamos con los datos. Sanderson empieza cualquier historia haciéndose un outline, esto es, una sinopsis detallada, o una biblia, si queremos ponerlo en términos televisivos, de lo que quiere contar. Ese outline tiene una relación de 1/10 con el texto final: esto es, si la novela tiene sobre 100.000 palabras (‘Nacidos de la bruma’), el outline tiene 10.000.
Dicho outline es su mapa y lo usa, cuando ha llegado al texto final, para comprobar si ha cumplido las promesas que se marcó cumplir o si se ha desviado del plan por el camino. Es un espejo con el que retomar el rumbo durante la escritura y es un espejo mutante. El outline también varía si se da cuenta de que la historia necesita algún cambio drástico; varía para seguir ejerciendo su función de mapa, de guía del territorio a explorar.
Vayamos con los borradores.
El primer borrador, según sus propias palabras, es “ilegible”. Básicamente porque escribe los arcos argumentales de cada personaje por separado y luego decide qué parte corta y qué parte amplía o deja tal cual para el segundo borrador.
El segundo borrador es el primero que se puede leer; es ya una novela. Los personajes se han barajado en un primer intento de encontrar el equilibrio adecuado y la estructura y el ritmo ya han aflorado. Este es el borrador que devoran sus lectores alfa: su equipo, su editor y su agente.
El tercer borrador es incorporar todo este feedback de los lectores, digamos, profesionales, al libro.
El cuarto borrador es el primero de pulido real, donde Sanderson corta siempre “al menos el 10%” de lo escrito. “Es el primer borrador en el que realmente trabajo duro en la prosa, para que las cosas suenen bien.” Ese borrador zarpa veloz a los lectores beta: esto es, los fans.
Y aquí toca incluir otra cita textual de Sanderson, porque lo clava de nuevo.
Escuadrón (Nova)
BS. Quiero dejar clara una cosa: para mí los lectores beta son fans. Esto significa, que a diferencia de los alfa, su trabajo no es arreglar el libro, es reaccionar al libro. De los alfa espero consejo; de los beta, solo que me digan qué sienten. Y comparar eso que sienten con lo que yo quería que el libro provocara. A veces, es así; hace lo que quería. A veces, me encuentro que he fallado estrepitosamente; me pasó en la secuela de ‘Escuadrón’; había una subtrama que no funcionaba. Si eso ocurre, vuelvo a reescribir el outline y hago una reescritura muy severa para tratar de arreglar el problema. Y aquí en los beta nos podemos pasar mucho tiempo o poco. Normalmente, es una revisión, pero en ‘Memoria de la luz’ llegué al borrador 14.
Llegados a este punto, el pulido final. Esto es (otra vez) prosa. Y de ahí a nuestros ojos, previo pago en la librería.
Una perla más de Sanderson.
BS. Una cosa que quiero decir a escritores novatos. No cometáis el error de comparar vuestro primer borrador con mi libro que encontráis en las librerías. A veces es descorazonador para el que empieza compararse con el profesional, porque están comparando el primer borrador de un novato con el último de un profesional. Nadie es tan bueno como para escribir un primer borrador como la versión final; yo no lo soy. El primer borrador es solo para que practiquéis con la escritura y tengáis algo que pulir. Pero si no lo termináis, entonces no habrá nada que pulir. No lo dejéis a medias. Terminad vuestros borradores. Para corregir, siempre hay tiempo.
Esculpiendo el Cosmere
Vamos con una captura de pantalla, un collage retocado a partir del curro de los buenos amigos de Cosmere.es.
Los universos se cuentan por números; esto es así; es la matemática del cosmos. En Sanderson tenemos: 1 entidad determinante (Adolnasium); 1 antagonista (Entidad de momento sin nombre); 1 hecho crucial (su ¿asesinato?); 1 fuerza insondable (Investidura); 3 dimensiones (Reino Físico, Cognitivo y Espiritual); 16 entidades secundarias (las Esquirlas, supuestos ¿asesinos? de Adolnasium); 10 planetas primarios (imbuidos por las Esquirlas); 12 planetas conocidos (en el global de la galaxia enana del Cosmere). Si desea saber más, pinche aquí.
El caso es que había que hablar del Cosmere en dos sentidos al menos: del Cosmere y su relación con la magia estructurada que propone Sanderson (las leyes de Sanderson) y del Cosmere en relación a la manía generalizada de la cultura pop contemporánea de crear universos compartidos.
Empezamos por lo segundo.
Pero antes, un comentario que sorprenderá a más de uno. Sobre el tan traído y llevado worldbuilding, del que Sanderson es, vox pópuli, maestro de maestros.
BS. Se me conoce por el worlbuilding; y me hace feliz, claro, que es un mercado muy saturado y destacar por algo ayuda. Pero lo cierto es que es una espada de doble filo. Porque mira, si divides una historia en sus ingredientes esenciales estos son: trama, personajes y trasfondo. Un trasfondo endeble con una buena trama y unos buenos personajes da un buen libro. Un trasfondo brillante con malos personajes y mala trama, no.
Volvamos al Cosmere.
El aliento de los Dioses: (Nueva edición) (Nova)
Xataka. Siempre pensé que Adolnasium y las Esquirlas era una manera de hacer profundas y lógicas las Gemas del Infinito.
BS. Una pregunta interesante. Como sabes, la mayoría de mis historias se cruzan en algo que he llamado el Cosmere. Lo empecé a hacer en mi primer libro porque me fascinó cómo Asimov conectó dos universos de novelas…
Xataka. ‘Fundación’…
BS. ¡Sí! No podía dejar de preguntarme sobre qué pasaría si eso se hubiera planificado desde un principio. Si tuviéramos unas cuantas sagas que, entre bambalinas, estuvieran narrando una epopeya oculta. De hecho, te puedo decir de dónde viene exactamente la idea. Cuando era adolescente, solía integrar a mis propios personajes en las historias que leía. De pronto, un personaje secundario de mi creación que salía a escena y hablaba con los protagonistas.
Conecté a través de personajes así los libros de Anne Mccaffrey con los de Melanie Rawn.
Xataka. ¡Tu propio fanfic!
BS. ¡Eso! Mi fanfic era conectar todos estos mundos. Así que cuando empecé con los míos me planteé hacerlo desde un comienzo; pero con una regla: no haría falta conocer nada del Cosmere para comprender y disfrutar los libros. Si lo conocías, te encontrarías con detalles adicionales para comprender esa mitología; pero si no lo disfrutarías igual.
Algo que he observado, en el intento de muchas productoras de copiar la fórmula de Marvel, es que se equivocan de raíz en algo esencial. Por cierto, me siento muy listo por haber empezado mi Cosmere dos años antes que el MCU (Marvel Cinematographic Universe); aunque hay que reconocerles que ya lo habían hecho antes en los tebeos. En fin, surgió este interés por los universos compartidos y daba la casualidad de que yo estaba escribiendo uno…
Volviendo a lo que siempre copian mal de Marvel: en vez de hacer una historia que sea genial en sí misma y que tenga unos pocos detalles que la conectan con lo que vendrá luego, lo hacen al revés; se centran solo en la gran historia [la cosmogonía] y la historia central de esa película no funciona. Universo DC, Universo Oscuro… Esos son dos ejemplos claros de, como decimos en inglés (en castellano, también), poner el carro antes de los bueyes.
Respecto a las Gemas del Infinito; es un buen símil, la verdad. Pero mi Cosmere va en una dirección distinta de la narrativa superheroica. La narrativa superheroica se centra en un personaje; la mía se enfoca más a las culturas que toman lugar en esa historia. ‘El camino de los reyes’ te deja ver claramente que yo escribo sobre las culturas. Y entonces [cuando miras al Cosmere en su conjunto] te das cuenta: oh, no, la cultura de este mundo y la de este mundo es imposible que vayan a encajar; van a chocar de forma dramática. Voy más por ‘Star Wars’ en el sentido de tener todos estos planetas interactuando de formas interesantes.
Las preguntas son las que son y están todas entre bambalinas: ¿Quién era Adolnasium? ¿Qué pasó cuando se fragmentó? ¿Se puede restaurar a Adolnasium? Pero la pista es que dejes de pensar en ‘Los Vengadores’ como modelo y empieces a fabular con una versión fantástica de ‘Star Trek’: choque de ideologías.
Xataka. Pero lo que es curioso es que con el Cosmere tienes un río con muchos meandros. Y gracias a eso puedes hacer algo que se ha hecho en muy pocas ocasiones en la historia de la fantasía: unirlos o separarlos de formas interesantes. Tal vez dos de estas sagas, como el hidrógeno y el oxígeno que mencionabas, se puedan fusionar en el futuro en una nueva sustancia.
BS. Sí. Eso es lo que quiero hacer. Hay cosas que jamás he visto hacer en fantasía épica; esa es una de ellas. Otra es pasar de un mundo de fantasía épica a la revolución industrial y, finalmente, a la ciencia ficción. Y usar ese transfondo de fantasía para fundar la religión y los mitos de las sociedades futuras. Estas son el tipo de cosas que me emocionan, pero me ha llevado quince años de escritura llegar hasta aquí.
Me emociona la siguiente fase. ‘El Archivo de las Tormentas V’ es el punto de ruptura; Del VI al X el tono va a cambiar. Y luego del V, que será el que rompa, haré la tercera era del mundo de ‘Nacidos de la bruma’ y allí será donde empieces a ver cómo se conecta todo.
Xataka. ¿Y piensas en hacer libros que sean un poco como las películas de ‘Los Vengadores’? ¿Grandes eventos donde los mundos chocan?
BS. Sí, habrá libros así. Quiero hacer libros donde la gran historia [cosmología] sea el centro porque no quiero que esta lo sea de los otros libros hasta que llegue el momento de que dé un paso al frente. La cuarta era de ‘Nacidos de la bruma’ será ciencia ficción. Y luego habrá otros que serán también crossovers.
Brandon Sanderson’s White Sand Volume 2
Cambiando de tercio, nos mudamos a los sistemas mágicos. Y aquí hay que empezar por recordar las dos leyes de Sanderson. Las ponemos en destacado, con un enlace para quien quiera profundizar.
La habilidad de un autor para resolver un conflicto con la magia es DIRECTAMENTE PROPORCIONAL a cómo de bien comprenda el lector la citada magia.
Limitaciones > Poderes
Dicho lo cual, a Sanderson le flipan los sistemas mágicos; es evidente. Los afronta, además, como un game designer; esto es, genera sus reglas para que sus personajes (players) puedan resolver situaciones; es más, trabaja un poco como Twitch, porque el placer del lector, que no interviene en la acción, viene también por leer el juego y anticiparse o fabular con las posibilidades de dicho sistema (mágico).
Por eso no debería extrañar a nadie que Sanderson sea un friki de los videojuegos. Se ha jugado la saga ‘Final Fantasy’ de cabo a rabo —su favorito, el X, y le da un jarro de agua fría al VII, porque, carisma aparte, opina que narrativamente “era un desastre”, según contó hace un tiempo a Jot Down—. Y es perfectamente consciente de que los fans de los videojuegos suelen amar su literatura.
Al elegir un ejemplo en su literatura para explicar cómo enhebra uno de sus sistemas mágicos, Sanderson lo tuvo claro: la alomancia de ‘Nacidos de la niebla’. Y no fue un eureka, fueron al menos dos. Porque Sanderson trabaja las ideas de sus libros escribiendo documentos por separado para cada elemento de esos tres pilares narrativos básicos: trama, personajes y trasfondo.
BS. Por un lado estaba interesado en un sistema mágico que jugara con el concepto de metabolizar, de ese proceso químico que nos permite tener energía a partir del alimento. A partir de ahí pensé en qué podría ser ese alimento, esa sustancia a metabolizar, y pensé en los metales, por todas las propiedades interesantes que tienen, como alearse. Así que tenía un sistema con gente que metabolizaba metales, una idea muy rara, pero que cuando la lees tiene sentido. Por separado, estaba intrigado por la idea de la telequinesis, mover objetos con la mente. Una telequinesis vectorial basada en la gravedad. Podías empujar objetos más ligeros que tú, pero si empujabas con la mente algo más pesado, te comías la fuerza de repulsión.
Xataka. Newton.
BS. ¡Exactamente! ¡Newton! Esto se mezcló con otros dos elementos esenciales, una versión de ‘El Señor de los Anillos’ en la que Sauron ganara y una debilidad mía, las películas de atracos, y de ahí germinó ‘Nacidos de la niebla’. Si tuviera que hacer un símil con la química, que estudié en su día, diría que un libro para mí es como cuando dos moléculas de elementos tan distintos como el hidrógeno y el oxígeno chocan y crean algo que, en apariencia, nada tiene que ver con ellos en propiedades: el agua.
Profeta de lo friki, a mucha honra
Volvemos a la breve deriva personal. Cuando me tocó organizar un curso de fantasía (épica) en la escuela literaria Hotel Kafka —un proyecto auspiciado por Francisco Miguel Espinosa en el que participé, por unos años, con nuestro colega común Ismael Martínez Biurrun— me encontré conque tenía una carencia de canon al que remitirles que no fuera en exceso disperso. De hecho, me escribí unos apuntes profundos explicando cosas sobre las que es difícil encontrar información: cómo crear un sistema mágico coherente o la mucho más general, cómo crear una buena secuencia de acción; y eran solo algunas de las cuestiones que veía mal documentadas.
Y entonces me tope con Brandon Sanderson, con su maravillosa faceta de divulgador.
Dentro videos.
De pronto, mi problema estaba resuelto. Podía completar mis lecturas de Todorov, Campbell y compañía con algo verdaderamente útil sobre esos arcanos más difíciles de documentar como la acción, la magia o el worldbuilding. He de decir, para mi orgullo, que aproveché mis conocimientos de puesta en escena y diseño de videojuegos para ampliar la lección de Sanderson y plantear diversas tipologías de combate (hay tres: 1* vs 1*; 1 vs many; many vs many) y todo lo referente a armamento. Los alumnos lo gozaban bastante diseñando su escenario, armas y tipologías para sus mecanos de acción.
Pero el caso es que Sanderson hizo este esfuerzo y lo hizo, además, accesible. Se pueden gozar de todas sus lecciones en Youtube. También es el autor del triunvirato (Martin y Rothfuss los otros dos vértices) que más habla sobre el hecho de escribir, siguiendo los pasos de divulgador que tan excelentemente trabajó Stephen King en sus prólogos, epílogos y ensayos (‘Danza macabra’ y ‘Mientras Escribo’ son obligatorios).
Así que le pregunté sobre esto y Sanderson me dio titular:
“Lo que el viento se llevó’ es una película de fantasía sin magia”.
Sé que suena a parida, pero su explicación no lo era. Sanderson afirma que uno de los hechos fundamentales de la fantasía es trasladarnos a otro mundo y recrearse en la reconstrucción de dicho otro mundo. Una película de época como ‘Lo que el viento se llevó’, o ‘Titanic’, hacen exactamente eso. Hay artículos maravillosos en el que los historiadores ponen en solfa toda la verosimilitud de la más costosa de las investigaciones para recrear una ficción histórica. Pero el caso es que, aunque sepamos intelectualmente que hay mucho de inventado en lo que nos narran, queremos viajar al pasado.
Sanderson es embajador del fantástico porque quiere convencer al público generalista, ese que se está transformando a golpe de ‘Juego de Tronos’, de que el viaje a través de una ficción fantástica se parece mucho al viaje de una ficción histórica. Cambia el paisaje y el color y las culturas. Pero el sentimiento que mueve la pasión por el viaje es el mismo: fascinarse con lo que desconocemos. Llevarnos a un nuevo mundo.
Por eso le pregunté por este aspecto al que tan fervientemente cede su tiempo y del que forma parte esas sesiones maratonianas de firmas o una entrevista de esta duración y calibre después de cuatro largos días de convención. Sanderson ama al fantástico y quiere que otros lo amen.
Bendito sea por ello.
BS. En fin, que me gusta decir: ¡Veniros, veniros a Avilés, veniros al Celsius y ser unos frikis con nosotros! Porque, cuanto más conozco a la gente, más me doy cuenta de que todos somos frikis. A lo mejor tú lo eres del Barcelona [el equipo de fútbol] y yo de ‘Star Wars’. Pero todos somos frikis de algo. Y por eso existe la oportunidad de seducirte.
Lo inefable
Hay tres dimensiones humanas fundamentales que se enhebran en lo que somos: lo político, lo ético y lo espiritual. Con esas tres, valiéndome solo de sus palabras sin aditivos, quería terminar esta entrevista/crónica/perfil con esa trinidad, que casi podríamos igualar a las dimensiones que dividen su Cosmere. Saber, en unas cuántas frases, algo del Sanderson político, del ético y del espiritual.
Con ello, le decimos adiós. Por ahora…
Sanderson político
“Puedo escuchar cualquier filosofía y credo que venga de cualquier persona siempre que cumpla lo siguiente: que sea moral y que quiera hacer de este mundo [según sus ideales] un lugar mejor. Puedo tener una conversación con cualquiera del espectro, aunque cojeo algo hacia la izquierda; pero para mí es muy importante hablar con los que cojean a la derecha.
“Pero siento que en este momento el cinismo, la falsedad y la falta de respeto están imperando; se han transformado en la contrarrevolución a aquellos movimientos que quieren mejorar el mundo. Tuvimos un paso atrás en 2016 [elección de Donald Trump]; definitivamente, fue un paso atrás. Pero creo que por cada uno que damos atrás, damos luego dos adelante.”
“Lo importante es no responder con ira. Tengo muchos amigos y familiares que votaron diferente en 2016. La respuesta, y esto lo digo de manera personal, creo que no es llamarlos racistas e idiotas. La respuesta es hablar con ellos y que vean por sí mismos por qué esta decisión es un paso atrás. Me da miedo pensar que los argumentos se están polarizando al punto de que la gente que se percataría de que tomó una mala decisión, no lo hará por la ira en ambos lados. Y creo que Internet tiene parte de la culpa. Agrava el problema”.
“Creo que podemos hacer del mundo un lugar mejor. Pero no creo que el camino sea apoyando a líderes que son malvados, incendiarios e iracundos”.
Sanderson ético
“Amo a Ursula K. Leguin y lo que dijo en el National Book Award de que hacían falta más libros con esperanza. Yo escribo ese tipo de libros; por así decirlo, a lo ‘Star Trek’. Pero creo que hay un gran valor en los Joe Abercrombie del mundo; creo que necesitamos ‘Blade Runner’ tanto como necesitamos ‘Star Trek’. ‘Blade Runner’ nos dice: evitemos esto. ‘Star Trek’ nos dice: ¡vayamos a por esto! Creo que, como seres humanos, necesitamos ver [en la ficción] las dos caras de la moneda.”
Sanderson espiritual
“Soy una persona religiosa. Cuando leo las escrituras o pienso en lo espiritual, siento algo en mi corazón. Y ese sentimiento sé que es real. Los sentimientos son lo que nos hacen lo que somos. Y esos sentimientos [los espirituales] son, en mi caso, consistentes y repetitivos. No puedo explicarlo todo; a lo mejor algún día podemos. Creo que si llegamos a ello será a base de preguntarnos mutuamente en qué creemos en qué no y por qué”.
Fotografía: Eva Pernas
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La noticia
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fue publicada originalmente en
Xataka
por
Ángel Luis Sucasas
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