Dos años después de su lanzamiento, esta ha sido mi experiencia con Nintendo Switch
Juega en casa como quieras o llévate la consola contigo. El concepto de una sobremesa que puedes disfrutar donde quieras no parecía demasiado rompedor cuando Nintendo Switch fue presentada a finales de 2016. Incluso su hardware pecaba de modesto en una generación de consolas próxima a su ecuador. Casi tres años después, Switch se ha convertido en mi sistema principal de juego. Al punto en que no solo no me importa adquirir juegos que ya tengo para ella, sino que en muchas de mis conversaciones fantaseo con los que le sentarían de maravilla.
Que haya 37 millones de Nintendo Switch repartidas por el mundo en apenas dos años y medio es una señal inequívoca de la buena salud que cuenta la propuesta de una Nintendo que se ha vuelto a transformar a sí misma, unificando con Switch Lite su línea de software y congregando sus exquisitas exclusividades con adaptaciones de ensueño de DOOM, Dragon Ball FighterZ o Dragon Quest XI. Y ojo, que The Witcher 3 quiere ser su próximo milagro técnico.
El incuestionable éxito de Switch y los mimos que está recibiendo por parte de las Third parties, los indies, y -por supuesto- los jugadores no es fruto de la casualidad. Desde su presentación oficial, ya en 2017, se nos dijo que la consola representaba la suma de todo lo aprendido por Nintendo con cada uno de sus sistemas. Lo que no quita que también sea una mirada al futuro de la compañía. A fin de cuentas, la secuela de The Legend of Zelda: Breath of the Wild es toda una declaración de intenciones viendo que en 2020 llegará la sucesora de Xbox One.
Switch no es un sistema perfecto. Ni mucho menos. Incluso en alguna ocasión he comentado que, pese a que ha superado en ventas a la mismísima PS4 en Japón, algunos seguimos tenemos ligeramente interiorizado que continúa en una fase temprana de su ciclo como consola. Algo que se contrasta al echar la vista a los más de 2.000 juegos de que ya ofrece su catálogo. Nada mal teniendo en cuenta que salió con un puñado de juegos que, en cierto modo, hacían de comparsa a una obra maestra.
Nintendo Switch no fue un flechazo a primera vista, pero tras el roce surgió el amor
Todavía recuerdo cuando redacté las especificaciones de la consola y algunas de ellas me rechinaban. Que ofreciese entre tres y siete horas de autonomía entraba dentro de lo razonable, pero no tanto el hecho de que ofreciera 32 GB para juegos. Sobre todo, teniendo en cuenta que a priori soy más partidario del formato digital que a amontonar cajas. Aunque de esto hablaremos un poquito más abajo.
Con el paso de los meses el catálogo de Nintendo Switch se hacía razonablemente tangible: un Skyrim que aparecía sugerido entre adelantos, la promesa de un FIFA hecho a medida de la consola, la versión completa de Mario Kart 8… Si bien es cierto que la secuela de Splatoon y ARMS estaban en camino, la verdadera gran exclusividad de la consola era aquel nuevo proyecto en torno a su superestrella: Super Mario Odyssey.
Cuando pusimos en común nuestras primeras opiniones tenía claro que Joys Cons sería clave de cara al asentamiento de la consola. Sus posibilidades casi mágicas, sí, pero también el hecho de compartir la consola con un gesto dónde queramos. Sin embargo, como diría mi padre, comprar una maquinita de 300 euros para jugar a un sólo juego no hubiera tenido mucho sentido.
Pero claro, caí completamente rendido al tráiler en el que (por fin) se ponía fecha de The Legend of Zelda: Breath of the Wild.
El día en el que se pudo reservar me hice de rogar. Merodeaba entre las distintas opciones online buscando la mejor promoción y sin demasiado ánimo de hacer click. A la mañana siguiente le confesaba a María, coordinadora de Xataka, que esa misma madrugada había hecho mi reserva. Si bien hay personas que llaman a sus ex-parejas a esas horas, en mi caso, hago reservas online de juegos. A día de hoy me alegro de haber tomado esa decisión. Mucho.
Mi toma de contacto, por otro lado, no fue la deseada. Desde el día uno el stick de mi Joy Con izquierdo me dio fallos, con lo que mis cinco primeras horas (o más) de juego por la inagotable Hyrule se desvanecieron cuando al día siguiente hice el remplazo de la consola. Consecuencias, por otro lado, de que el guardado en nube no estuviera disponible de lanzamiento.
A partir de ahí, y de manera gradual, Nintendo Switch fue reclamando el tiempo de juego que le solía dedicar a otros sistemas. Un santuario más en Hyrule. Hasta vencer al siguiente dragón en Skyrim. Solo hasta que acabe el siguiente partido de FIFA. Al mejor de cinco combates en Street Fighter.
Lo que aprendí de mis hábitos de jugar
Como comenté, la portabilidad de Nintendo Switch no me pareció en su día algo revolucionario. Wii U había coqueteado con el concepto y pese a que no tuve una Nomad de SEGA, mi enfoque hacia la consola iba muy en consonancia con lo que ya había visto décadas atrás con la Super Game Boy. ¿Qué tiene de especial la nueva propuesta de juego de Nintendo? En esencia, que se adapta a mi ritmo de vida.
A la hora de jugar en sobremesas me suelo organizar en función del tiempo del que disponga y cómo lo puedo disfrutar mejor. Como consecuencia, a veces tardo días en iniciar la primera partida y en demasiadas ocasiones he dejado un juego que me gustaba a la mitad. Por otro lado, el juego en portátiles se ha caracterizado por una ergonomía demasiado limitada y pantallas que no siempre han hecho justicia a la experiencia.
Problemas del primer mundo, claro.
Nintendo Switch, o más bien su propuesta de juego, ha sabido canalizar lo mejor de cada formato, permitiéndome vivir verdaderas gestas desde el sofá para llevármelas a cualquier otra habitación llegado el momento. Pero, sobre todo, comenzado a llenar todos esos pequeños huecos libres de mi día a día. Cuando voy en el bus, cuando tengo que esperar cinco, diez o 20 minutos a que se actualice el PC, o simplemente mientras estoy en el salón con mi familia. A veces exprimiendo una aventura single-player y otras sumándolos a la partida.
Disfrutar de la sutil grandeza visual de Octopath Traveler en una gran pantalla y avanzar un poquito más en su historia desde la cama, antes de acostarme. O, más bien, hasta rendirme al sueño. Retomar mi partida donde la dejé simplemente pulsando tres veces el mismo botón. Bendita causa de mis ojeras.
Switch es la consola perfecta para desbloquear la ingente cantidad de contenidos en Super Smash Bros o improvisar partidas online a Mario kart 8 Deluxe. De modo que yo ya no me adapto al tiempo que tengo para jugar, sino que adapto cada partida a mi tiempo libre. Una estupenda manera de sortear con elegancia los maratones de juego y, a la vez, evitar que las grandes y pequeñas aventuras se queden a medio terminar.
De cómo recuperé la ilusión por los lanzamientos mensuales
Tengo claro que cada jugador tiene su propia manera de disfrutar y sacar partido del hardware de Switch. Pero es incuestionable que la clave del éxito de Switch no está en su capacidad técnica, su diseño o sus funcionalidades únicas, sino en su propuesta de juego. Una que, por suerte, da una segunda oportunidad a las joyas de la anterior consola de Nintendo y otras tantas de sistemas actuales, pero que -en conjunto con las novedades- brilla con luz propia.
Uno de los grandes problemas de Wii U era el modo en el que se canibalizaban sus lanzamientos: tras meses de sequía veíamos como se juntaban dos o tres títulos potentes en fechas muy seguidas, lo cual condicionaba el impulso en ventas de cada juego por separado.
A esto hay que sumar que, tras un apoyo inicial, las Third Parties se fueron desentendido de Nintendo en sobremesas. Y razón no les faltaba: el software de la Gran N se imponía en ventas a cualquier título de terceros. FIFA, Call of Duty o Assassin’s Creed lo inventaron, pero aquello no terminaba de aflorar.
En Nintendo Switch, por contra, la realidad es otra.
Desde su lanzamiento, Nintendo ha ofrecido -como mínimo- una cita obligada cada mes en su consola, alternando nuevas propuestas de juego con celebradas secuelas, relanzamientos de Wii U y títulos esenciales de otros sistemas. Pero ahí no acaba la cosa: además de cada plato fuerte y otros títulos de mayor o menor relevancia, la eShop se ha convertido en el bastión de los indies, siendo el ojito derecho de los pequeños estudios y ofreciendo más rentabilidad que la propia Steam.
Como he comentado en alguna ocasión, el hecho de que la Nintendo Switch tenga un límite de 32 GB hizo que tomara dos decisiones:
- De partida, la obligatoriedad de contar con una tarjeta microSD capaz de acoger los títulos que no eran publicados en físico.
- Por otro lado, abrazar el formato de las tarjetas de juego para que no el espacio interno no fuera un problema.
De hecho, a la hora de escribir estas líneas confieso tener tres estuches de 24 juegos llenos y uno comenzado.Aunque las ediciones especiales van reclamando cada vez más espacio del que les puedo dar.
La estantería en la que guardo las cajas de las ediciones especiales podría parecer un homenaje no intencionado a la madriguera de los Weasley: cada caja con su propia forma, color y tamaño. Caótica desde lejos, pero con un encanto especial al fijar la mirada en sus letras, sus logos y sus detalles.
- La que más me gusta: la de Octopath Traveller.
- La primera: The Legend of Zelda: Breath of the Wild.
- La más reciente, la de Fire Emblem Three Houses, la cual entra en el Top 15 en cuestión de ediciones especiales de Switch.
- La más innecesaria: sin duda, la de Super Smash Bros.Ultimate.
- Mi próximo objetivo: The Legend of Zelda: Link’s Awakening.
Quizás entre suscripciones e incentivos mensuales tenga más juegos en PC y las consolas de Microsoft y Sony, pero entre semana mi tiempo de juego se lo lleva normalmente Nintendo Switch. Sobre todo, desde que alterno desde ella a Dragon Ball FighterZ, Street Fighter y Mortal Kombat. Lo cual no quita mis buenos maratones de FIFA. ¿Y los fines de semana?
La reina de la casa durante los fines de semana
Si bien no tengo reparo en sacar la consola de Nintendo de casa a diario, Switch se ha convertido en la protagonista de los fines de semana caseros. Y motivos no le faltan a quienes vienen de visita: Super Mario Party, Just Dance, New Super Mario Bros. U Deluxe. Incluso celebramos la llegada de nuevos clásicos de NES.
Es justo decir que no todo ha cuajado igual de bien. Nintendo Labo es un concepto brillante, pero me temo que experimentar con sus posibilidades está a la cola de mis prioridades a la hora de encender la consola. El nuevo Kirby a cuatro jugadores quedó completamente eclipsado cuando llegó Donkey Kong y las propuestas de ARMS y Mario Tennis Aces se quedaron bastante lejos de aliviar nuestra esperanza de ver Wii Sports en Switch.
Eso sí, la fascinación generada por la consola al final ha derivado en la aparición de toda clase de accesorios en torno a ella. Muchos de ellos ofrecidos por amigos y familiares. Otros -como el fighstick de Hori– tras una meditada consideración personal frente a las alternativas. Y claro, algunos de ellos son realmente esenciales. Me refiero a la funda, el mando Pro y los Joy Con supletorios.
Al escribir todo esto me doy cuenta de que Nintendo Switch no sólo transmite las mismas sensaciones que Wii en su día, sino que además complementa su propuesta ofreciendo esa propuesta más hardcore que tanto se echaba en falta de la consola de los Wiimotes. La posibilidad de jugar a DOOM, a Diablo III, a Astral Chain y, próximamente, Metroid Prime 4. Un lanzamiento que será clave de cara al futuro de la propia Nintendo.
Nintendo Switch en los albores de la novena generación
Retomando aquel texto en el que por primera vez pusimos en común lo que pensábamos de Nintendo Switch -mucho antes de su lanzamiento- me atrevía a imaginar que la primera revisión llegaría antes de 2020. Incluso a las dos semanas de estar en la calle, en 2017, un fan clavó el diseño del Nintendo Switch Lite. Sin embargo, el concepto de una Switch 100% portátil me resulta tan revelador como fascinante y, al tiempo, optimista de cara a lo que está por venir.
Confieso que el hecho de que EA Sports lance una edición Legacy de FIFA 20 (mismos contenidos con plantillas actualizadas) en Switch y las adaptaciones a medida de sagas anuales muy puntuales como WWE 2K no son el mejor ejemplo de lo que podemos esperar de la consola. Pero claro, uno ve los acabados de Dragon Quest XI o The Witcher y no puede evitar sentirse ilusionado con lo que está por llegar.
Microsoft se ha convertido en una de las mayores aliadas de la Gran N, lo cual abre la puerta a interesantes posibilidades, pero la respuesta de Switch a la próxima Xbox tiene nombres propios:
- Las prometidas continuaciones de sagas estelares como Metroid o Bayonetta
- La muy esperada secuela de The legend of Zelda: Breath of the Widl
- Un nuevo título de la serie Animal Crosing que promete apropiarse de todas tus horas libres
- Una cartera de licencias que merecen regresar y que va desde F-Zero a StarFox, pasando por Pikmin
- El éxito comercial garantizado asociado a la saga Pokémon
Si bien es cierto que Nintendo Switch ha jugado a dos bandas ofreciendo experiencias de juego en portátil y sobremesa, el relevo que le ofrece la Nintendo Switch Lite a la 3DS hará que todo quede en casa, unificando recursos por parte de Nintendo y las Third Parties -por primera vez desde la NES- de cara a un único sistema limitado en lo técnico pero con capacidad de sorprender y que ha demostrado su versatilidad a la hora de ofrecer juego en nube. Al menos, en Japón.
Entonces, ¿conseguirá Switch llegar a los 100 millones de consolas a nivel mundial? Lo que te puedo garantizar son tres cosas:
- En dos años y medio ha superado holgadamente un tercio del camino.
- El nuevo modelo más económico de Switch -así como la próxima generación de Pokémon– están a la vuelta de la esquina.
- Todavía no descarto que Rockstar de la campanada lanzando GTA V en Switch. Es más, me siento más que dispuesto a comprarlo por tercera vez, y estoy seguro de que no sería el único.
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Vida Extra
por
Frankie MB
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